Hematoma subdural crónico tras un golpe tonto

Josep Camós

9 de mayo de 2011

Hematoma subdural crónico… Con ese nombre, tiene que ser muy chungo, ¿no?

Más que si es chungo o no chungo, hay que considerar que el hematoma subdural suele presentarse como una complicación tardía de un trauma craneoencefálico que a veces se pasa por alto después de haber sufrido una colisión con el coche. Ahí todo el mundo se fija en las costillas rotas y en las heridas abiertas, y de vez en cuando ocurre que hay alguien que lo está pasando peor que todo eso… sin darse cuenta, como le pasaba a aquel chico que iba con el bazo roto sin saberlo.

De vuelta a los golpes en la cabeza, si nos damos cuenta, cuando pensamos en traumatismos del cráneo asociados a siniestros viales siempre nos vienen a la mente las palabras más usadas en los medios: comas, traumatismos craneoencefálicos, hemorragias y derrames cerebrales que sobrevienen inmediatamente después del choque. Pero no siempre todo acaba así: el cuerpo nos guarda ciertos secretos, como este del hematoma subdural crónico, que quedan latentes… hasta que por fin se manifiestan.

Digamos que es lunes a las ocho de la mañana y que las principales calles de la ciudad van cargadas hasta los topes de coches, camiones, motos, autobuses y otras especies de mal vivir. Pongamos entonces que se produce uno de tantos siniestros in itinere, esos que tiene la gente cuando va de casa al trabajo o del trabajo a casa. Uno de los implicados, de nombre Juan, ha caído al suelo con su moto al esquivar a Pedro, que como cada día ha pasado con el coche sin detenerse en el stop que hay en su calle. Pedro ve la moto tarde y frena en seco. Se oye un golpe. Pablo se ha estampado con su coche contra el coche de Pedro. ¿Guardar distancias, para qué?

Moto y coche implicados en el choqueMotorista atendido en la calle tras sufrir una caída

Mientras paralizan el tráfico y llaman al 112, los testigos se van directos hacia Juan y sin quitarle el casco le preguntan si se encuentra bien. Juan lleva un cabreo de tres pares de narices, pero está bien. Lleva todo tipo de protecciones, tal y como nos recomienda siempre Morrillu, y se levanta por su propio pie para ciscarse en los ancestros de Pedro, quien ahora balbucea excusas incomprensibles y mira hacia el coche de Pablo, que todavía no comprende qué ha pasado.

“No es nada, no es nada”, aciertan a decir tanto Pedro como Pablo. Ni siquiera les duele el cuello, así que la cosa se ha saldado con un simple susto y unos vehículos para reparar. Sin embargo, al cabo de unas semanas y de forma progresiva Pedro se da cuenta de que se marea, de que se va hacia un lado al caminar, de que ve doble, de que pierde la fuerza en la mitad de su cuerpo y de que siente náuseas y vomita sin motivo aparente, todo eso acompañado de un fuerte y persistente dolor de cabeza que se agrava al hacer esfuerzos, al toser o al tumbarse en la cama.

Pedro acude al médico y le recita lo que es la sintomatología completa de un hematoma subdural crónico de libro. Seguramente habría hecho mejor en ir al hospital después de frenar en seco y ser alcanzado por el coche de Pablo, pero tampoco suframos demasiado por él, que lo del hematoma subdural crónico puede tener arreglo aunque sea recurriendo a la neurocirugía. Bueno, y lo de saltarse los stops también se puede arreglar, y de hecho quizá eso le cueste menos después de lo sucedido.

Elasticidad

A pesar de los avances en los sistemas de seguridad pasiva del vehículo, el cuello y la cabeza siguen siendo partes muy vulnerables cuando sobreviene una colisión. En ese escenario, nuestro cráneo puede experimentar dos comportamientos: o sufre una contusión contra alguno de los elementos del vehículo (o contra la vía en el caso de los ciclistas y motoristas), o simplemente se ve afectado por la combinación de bruscas aceleraciones que se producen en ese momento.

Pensemos en nuestro cerebro como una masa que flota dentro de un líquido, el líquido cefalorraquídeo, y es una masa anclada al cráneo a través de una malla de vasos sanguíneos. Cuando se produce un choque, el encéfalo se mueve dentro del líquido como se movería un pez que transportáramos dentro de una pecera a bordo de nuestro coche. Ese movimiento del encéfalo produce tracciones en los vasos sanguíneos que resistirán el esfuerzo hasta un cierto punto. Pasado ese punto, pueden desgarrarse dando lugar a un goteo persistente que con el paso del tiempo, y hablamos de semanas aunque el proceso puede ser más acelerado si el derrame es más intenso, podrá formar una laguna de sangre entre el cerebro y el cráneo, que es lo que se llama hematoma subdural crónico, aunque también la situación puede no ser tan tardía si el derrame es más intenso, agudo.

No todo el mundo tiene las mismas probabilidades de sufrir este tipo de complicaciones, ya que es más frecuente en niños, adolescentes y ancianos y en aquellas personas que tomen anticoagulantes o aspirina, pero desde luego cualquiera que haya sufrido un impacto en el vehículo y que note algunos de los síntomas descritos hará bien en pasarse por la consulta del médico, por si las moscas.

Idea original | Dr. Josep Serra
Foto | Wuniatu
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