Hay medidas de seguridad que aumentan los siniestros: así funciona la homeóstasis al volante

Jose Ramon Martinez Fondon

12 de mayo de 2017

La conducción es una actividad que realizamos por inercia, casi sin darnos cuenta. Por eso a menudo perdemos la plena consciencia de los riesgos que afrontamos cuando nos ponemos al volante. Por eso, los expertos en seguridad vial señalan al factor humano como el más determinante en la seguridad vial. Y en esta carrera de fondo, entender cómo funciona la mente humana al volante es esencial para reducir la siniestralidad en las carreteras.

Una carretera “demasiado” segura

Hace unas semanas, al hilo de los usos de la inteligencia artificial en la seguridad vial, comentamos el caso de una carretera extremeña en la que, a pesar de las excelentes condiciones en las que se encontraban, se producían un número de siniestros especialmente alto. La administración autonómica, que había realizado ya numerosas actuaciones de mejora de la vía y se veía incapaz de detectar los problemas en ella, encargó un estudio aplicando la IA, encabezado por la Dra. Concepción Garrido de la Universidad de Granada.

El resultado del estudio fue altamente revelador: el causante de los siniestros era el factor humano. Sencillamente los conductores, ante las buenas condiciones de la vía y la sensación de mayor seguridad, se “confiaban” y adoptaban conductas más arriesgadas. Es el fenómeno que se conoce como “Homeóstasis del Riesgo Subjetivo

Por qué adoptamos conductas peligrosas al volante

En términos biológicos, la homeóstasis es una propiedad de los seres vivos por la cual éstos compensan cambios en el entorno con cambios en su metabolismo, para mantener sus condiciones internas estables. Aplicado a los seres humanos, de manera burda podemos decir que tendemos a compensar los cambios del entorno con cambios en nuestro comportamiento, para mantener el equilibrio en lo que nuestros  sentidos percibían antes y perciben después.

El profesor canadiense Gerald J. S. Wilde fue el primero en aplicar el concepto de homeóstasis al riesgo, introduciendo la idea del nivel de riesgo aceptado y sugiriendo que la gente maximiza este nivel comparando los costes y beneficios de un comportamiento más seguro o arriesgado. Es lo que él llama la Teoría de la Homeóstasis del Riesgo.

El profesor argentino Carlos Martín, al aplicar esta teoría al campo de la seguridad vial, nos cuenta que el nivel de riesgo aceptado por un conductor depende del balance que hace de comparar las ventajas e inconvenientes de una conducción peligrosa (ganar tiempo, impresionar a los demás…) con las ventajas e inconvenientes de una conducción segura (cuidar del vehículo, sentirse cómodo, evitar el estrés…).

Por otro lado, y poniendo la teoría en un contexto dinámico, cuando se introduce una medida encaminada a mejorar la seguridad vial (una mejora en la vía, un sistema del coche, una protección del conductor…), disminuye el riesgo percibido subjetivo por el conductor -riesgo subjetivo-, provocando un aumento del riesgo real –riesgo objetivo (a través de un comportamiento más peligroso) para mantener el nivel de riesgo aceptado. Es lo que Martín llama Paradojas y Decepciones de la Seguridad.

Medidas de seguridad que aumentan los siniestros

La Teoría de la Homeóstasis dice que si el riesgo disminuye, también disminuyen las precauciones, y ello conlleva nuevamente al aumento del riesgo. Así, podemos encontrarnos con medidas de seguridad que no solo fracasan, sino que empeoran la siniestralidad, pues el riesgo se incrementa y por ende los peligros que se pretendían evitar. Se producen así estas Paradojas o Decepciones de la Seguridad.

El propio Wilde pone el ejemplo de los primeros taxis de Munich equipados con ABS. Aunque este sistema ayuda a mejorar la seguridad en la frenada, las estadísticas revelaron que la siniestralidad de estos vehículos aumentó con respecto a los que no lo llevaban. Y es que los taxistas, ante la sensación de mayor seguridad, tomaban conductas más arriesgadas.

Tenemos otros muchos ejemplos, como el mayor número de atropellos de peatones en los pasos de cebra, al sentirse el peatón más seguro y mostrarse más imprudente en estas zonas; o la supuesta conducción arriesgada de los conductores de SUVs, que se sienten más protegidos por las protecciones de su vehículo.

Por otro lado, la homeóstasis también puede producirse a la inversa: si el riesgo aumenta, los conductores perciben un mayor riesgo subjetivo y tienden a un comportamiento más cauto para compensarlo y alcanzar el equilibrio del riesgo aceptado. Es el caso del Gran Cambio vivido en Suecia en 1963, cuando se cambió la circulación por la izquierda a por la derecha. A pesar de los temores de una mayor siniestralidad por el caos que se produciría, lo cierto es que durante más de un año las cifras de siniestros disminuyeron sustancialmente. Sencillamente los conductores y peatones, ante la sensación de un mayor riesgo subjetivo, adoptaron mayores precauciones.

La motivación de las personas como solución a la Homeóstasis del Riesgo

Obviamente, no siempre se producen las paradojas y decepciones de la seguridad. Muchos sistemas de seguridad realmente funcionan y han ayudado a reducir las tasas de siniestralidad en nuestras carreteras. La clave es que estas mejoras no son percibidas por los conductores como tal, o al menos no son asociados directamente con una conducción más segura. El ejemplo más claro es el del cinturón de seguridad, al que nos hemos acostumbrado hasta el punto de que ya nos lo abrochamos por inercia y no nos molesta, sino todo lo contrario: nos sentimos incómodos si no lo llevamos puesto.

Pero en la carrera de fondo que supone la lucha contra la siniestralidad vial, la clave está en “jugar” con la motivación de los conductores. Al hilo del ejemplo del Gran Cambio en Suecia, Wilde propone una medida extrema: cambiar el sentido de la circulación cada X tiempo. Es sólo un ejemplo irónico que utiliza para ilustrar su conclusión de que la motivación de conductores y peatones es el concepto más relevante en la seguridad vial, la herramienta que provoca un reajuste en el riesgo subjetivo y, por tanto, en el comportamiento de todos los usuarios.

Así, Wilde lo tiene claro. Los países verdaderamente interesados en incrementar su seguridad vial, deben plantear regularmente medidas que provoquen reacciones en la motivación de los ciudadanos y reajusten su riesgo subjetivo. Por eso son tan necesarias las campañas de publicidad, las de control de velocidad en carretera, las de reeducación de infractores reincidentes… Es un trabajo constante en el que las autoridades no pueden reducir ni un ápice su esfuerzo, pues en saber motivar a las personas está el verdadero éxito de la Seguridad Vial.


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