Guía básica de equipación para el ciclista urbano en invierno

Jaime Ramos

3 de enero de 2018

Es innegable que la climatología influye en la seguridad de los conductores. Este factor de riesgo se multiplica si hablamos de ciclistas y de conducción en bicicleta. Muchas zonas de nuestro país invitan a utilizar este medio de transporte (aparte de su uso como práctica deportiva) para los desplazamientos en ciudad. Claro que, el hábito se reduce durante los meses invernales. Frío, lluvia, nieve y viento suponen un escollo para el uso de la bicicleta. Sin embargo, con una adecuada equipación ciclista es posible seguir pedaleando.

Por supuesto, depende de las circunstancias climatológicas. No es lo mismo circular con un frío moderado que bajo una nevada o con hielo en la calzada. Lo que sí se puede remediar con una equipación ciclista es esa reticencia que surge para muchos ciclistas urbanos ante las primeras gotas del año o cuando los termómetros descienden por debajo de 8ºC.

Mientras en España el uso de la bicicleta desciende en invierno (bajo la famosa cantinela de la película de Jaime Chávarri), nuestros vecinos del Norte de Europa son un perfecto ejemplo de cómo mantenerse pedaleando incluso bajo condiciones aún más extremas. Precisamente, en España se pretende afrontar un cambio trascendental en el transporte en las ciudad y se pretende que la bicicleta y sus ventajas sean protagonista.

Así lo contempla mucha de la planificación de nuestras autoridades (como la actualización del Plan Aire) o la preocupación del  Director General de Tráfico, Gregorio Serrano, por la segura integración de este vehículo en la movilidad urbana.

Equipación ciclista para el frío invernal

Ante este panorama, es seguro que el colectivo ciclista seguirá aumentando su número. Por eso, hay que recordar que la seguridad del ciclista no solo depende del cumplimiento de la normativa, sino de otros factores como las mencionadas condiciones climatológicas.

No hay que subestimar el efecto del frío, el viento, la lluvia, el hielo o la nieve en la bicicleta. Son factores fundamentales de nuestra conducción incluso en recorridos urbanos, de apenas kilómetros y de una brevedad relativa. A determinadas temperaturas, poco tardarán nuestras manos en congelarse, afectando, por ejemplo, a nuestra capacidad para frenar.

A la hora de proteger nuestro cuerpo de las inclemencias climatológicas, debemos abrigarnos tal y como una abuela (o abuelo) protegería a su nieto de pocos meses del frío, prestando especial atención a tres zonas: la cabeza, la manos y los pies (muchos amplían, por supuesto, al pecho).

Cabeza, manos y pies

Aunque la ciencia se ha encargado de desmontar en parte las teorías tradicionales con el comienzo «el calor se va por…», hay algo de cierto en el mito de que perdemos calor por la cabeza, las manos y los pies. En concreto, tendemos a perder calor por las zonas del cuerpo que más expuestas tenemos y, a la par, nuestra sensación de frío se intesifica en función de la sensibilidad e irrigación sanguínea de la zona del cuerpo en cuestión.

En ese sentido, la sensación térmica es otra variable que tener en cuenta y que va en contra del ciclista. Y es que la sensación de frío se ve intensificada en invierno por otros elementos como el viento, que posibilita que la temperatura real que sentimos esté por debajo de lo que marca el termómetro. De ahí que no sea exactamente cabeza, manos y pies las zonas «por las que las que se va el calor», pero sí las más expuestas y las más estáticas.

La opciones para proteger estas zonas son muy variadas. Dependiendo del tipo de recorrido que afrontemos, podemos optar por abrigarnos con ropa de invierno convencional (es decir, gorro y pasamontañas para la cabeza; guantes para las manos y un calzado menos ligero en los pies) o buscar algún complemento ciclista específico.

¿Cómo abrigarnos en bicicleta?

Este tipo de ropa no es tan válida para recorridos más largos o bajo condiciones más extremas. Por eso muchos tienden a dejar la bicicleta en invierno en el momento que descubren que los guantes tradicionales de lana no son tan efectivos, tan cómodos o eficaces.

Lo positivo es que en la actualidad existen una oferta muy amplia de complementos ciclistas para paliar frío y restos de impedimentos. Dependiendo de lo que estemos dispuestos a desembolsar, podemos encontrar en el mercado prendas específicas para la práctica del ciclismo.

Por ejemplo, para la cabeza existen gorros específicos, ligeros, que cubre de forma eficaz las orejas y son compatibles con el uso del casco. Lo mismo ocurre con los guantes. Podemos elegir de entre una gran variedad de tejidos, con una gama establecida en función de factores como temperatura o impermeabilidad.

Calcetín, calzado y cubre zapatillas

Abrigar el pie del ciclista conlleva, quizá un grado de complejidad algo más elevado. El ciclista urbano no siempre puede elegir equiparse con unas zapatillas ciclistas específicas, con lo que ha de adaptar su calzado convencional a las circunstancias. Si ese es el caso, podemos optar por reforzar el abrigo con calcetines específicos.

Otra solución común entre algunos ciclistas de montaña es utilizar calcetines de neopreno para la práctica del buceo (se puede encontrar en alguna tienda de deportes a precios razonables). Esto puede resultar práctico para el ciclista urbano que busca seguir pedaleando en condiciones más extremas.

Si pese a mejorar nuestros calcetines se nos siguen congelando los pies, podemos optar por buscar un cubre zapatillas. Existen muchos modelos dentro de la oferta de equipación ciclista. Aunque suelen estar diseñados para el calzado ciclista, no es imposible encontrar un cubre zapatillas que se adapte a nuestras necesidades. Suelen ser además una solución muy eficaz contra el frío, la humedad, el agua o la nieve.

¿Y qué pasa con el resto del cuerpo?

Equipación ciclista

Como resulta lógico, no podemos obviar las prendas de abrigo para el resto del cuerpo. Como ya hemos mencionado, podemos optar por una protección convencional, según nuestras necesidades. Eso sí, se debe elegir unas prendas que no afecten a nuestra conducción, descartando, por ejemplo, chaquetas o abrigos que limiten nuestra movilidad en la bici.

Si estas no resultan suficientes, como ya hemos mencionado, se pueden encontrar otro tipo de prendas específicas para combatir el frío, y que no afecten tanto a nuestra indumentaria diaria. Por ejemplo, podemos encontrar en el mercado camisetas térmicas interiores o pantalones térmicos. Conviene ser consciente de que, al contrario que pasa con la cabeza, los pies y las manos, el propio ejercicio que propicia el ciclismo hará que sintamos menos frío en estas zonas del cuerpo.

Podemos optar por chaquetas ciclistas más avanzadas, que se ciñen al cuerpo, repelen la humedad y el agua y son muy cómodas. Ahora bien, esta partida suele ser bastante más cara que los anteriores elementos de la equipación ciclista.

La bicicleta también pasa frío

Nuestra bicicleta, en invierno, también sufre el azote de las condiciones climatológicas. Su abrigo consiste en este caso en reforzar su mantenimiento durante los meses invernales, sobre todo si la utilizamos de forma habitual.

Casi todos los elementos de la bicicleta sufren alteraciones con el frío o el agua y conviene prestar atención al comportamiento de algunos de ellos. Es el caso de los sistemas de frenado o de cambio de marchas, cuyos cables y fundas pueden perder brío con la acumulación de humedad.

Lo mismo ocurre con discos (o zapatas) y la propia transmisión. El desgaste de los materiales se incrementa. No es solo consecuencia de los cambios de temperatura, el frío o la nieve, sino además del barro, suciedad y demás porquerías que vamos acumulando con los kilómetros. Por eso, es recomendable realizar un mantenimiento sencillo y periódico a la bicicleta. Además, ahorraremos en recambios a largo plazo.

Otro elemento que tener en cuenta son las cubiertas en las ruedas. En función de la que montemos, podemos manejarnos con mayor versatilidad en condiciones de frío o lluvia, y su desgaste también variará.

No existe la fórmula exacta

Como ocurre en tantos aspectos de la conducción, no existe una fórmula exacta. Para garantizar nuestra seguridad como ciclistas invernales, podemos ir escogiendo poco a poco los elementos de equipación ciclistas que más se adecuen a nuestras necesidades. Del mismo modo, resulta especialmente útil prestar atención a los que ya lleven un tiempo pedaleando en condiciones similares. Sus consejos pueden salvarnos del frío y ayudarnos, en algún caso, a ahorrar algo de dinero.

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