La fatiga al volante está detrás del 30 por ciento de los percances que se producen en carretera. Sabemos que solo hay una manera de neutralizar el cansancio: descansando; sin embargo, en esta cuestión, algunos conductores tienden a subestimar las consecuencias de no hacerlo. Detectar los primeros síntomas de fatiga con antelación es fundamental.
El factor humano
Esa es, precisamente, una de las funciones de los sistemas ADAS (Advanced Driver Assistance Systems), de los que nos hemos hecho eco en muchas ocasiones. Dado que el factor humano es una de las principales causas de siniestralidad en las carreteras, estos sistemas han llegado para ayudarnos. Gracias a este conjunto de soluciones tecnológicas, se aumenta la seguridad, se simplifica la conducción y se deja menos margen a que los conductores cometan un error. Los ADAS, incluso, pueden intervenir en la dirección y/o los frenos del automóvil para evitar una colisión o mitigar sus consecuencias y, además, ofrecen información sobre situaciones de su entorno y alertan sobre situaciones de riesgo. De hecho, a partir de julio de 2022 todos los coches de nueva fabricación en Europa deberán incorporar obligatoriamente algunos de estos sistemas, (puedes consultar cuáles en nuestra infografía) entre ellos el detector de fatiga y somnolencia. ¿Cómo funciona este último?
Análisis de datos
El funcionamiento del detector de fatiga y somnolencia se basa en el análisis de datos. El sistema “lee” nuestra forma de conducir desde el mismo momento en el que arrancamos el motor del coche de manera que, en cuanto se produce una disonancia entre el patrón detectado y la conducción que se está realizando, las alarmas se disparan.
Es entonces cuando saltan los avisos: estos pueden ser visuales (en el salpicadero), acústicos o, incluso, sensoriales, en forma de vibración en el volante o en el asiento. Lo habitual es que sea una combinación de todos ellos. Hay que recordar que en situación de fatiga necesitamos que los estímulos sean potentes para sacarnos del aletargamiento y más, cuando nos enfrentamos a una más que posible situación de riesgo.
Cámaras que enfocan al conductor
No obstante, aunque son muy eficaces, estos avisos actúan con cierto retraso, ya que nos ponen en alerta ante una conducción que ya se ha salido del patrón normal y que puede incluso haberse convertido en peligrosa. Por eso, los sistemas de detección de fatiga más novedosos van más allá y tratan de adelantarse al peligro. A través de cámaras de reconocimiento facial que enfocan al conductor, estos sistemas detectan señales de somnolencia o de distracción: reconocen hacia dónde estamos dirigiendo nuestra mirada, el número de veces que parpadeamos, si bostezamos… y nos avisan antes de que sea demasiado tarde. También pueden servirse de sensores ubicados en el volante y que miden la presión de las manos o la brusquedad de las maniobras.
Asimismo, los hay que funcionan de la mano del ESP (Control Electrónico de la Estabilidad) calculando cambios de ángulo de la dirección, o mediante la información que aporta la cámara delantera (que detecta, por ejemplo, si se pisan en exceso las líneas de la carretera).
Reglas de oro contra el cansancio
Más allá de la ayuda que nos proporcionan los sistemas ADAS, nunca debemos olvidar las dos reglas de oro para evitar la aparición del cansancio al volante:
- Parar cada dos horas y hacer estiramientos.
- Beber agua para hidratarse y ayudar a mantener el tono físico y la capacidad de atención.
Cabe recordar que no solo hablamos del gran peligro de quedarse dormido al volante, sino de que el cansancio hace que nuestros reflejos sean peores, que nuestra agudeza visual decrezca y que las decisiones que tomamos en la conducción no sean las más acertadas. Alcances traseros, salidas de vía e invasiones del carril contrario se explican en un alto porcentaje por este factor. Conducir bajo los efectos de la fatiga nos hace cometer tantos errores como si condujéramos bajo los efectos del alcohol.