En el día a día compartimos las vías con vehículos de todo tipo y toda la sociedad. Peatones, turismos, motocicletas, bicicletas, autobuses, furgones y un largo etcétera circulamos por las mismas calles y carreteras. Las normas de circulación son claras y todos, al menos quienes hemos obtenido un permiso de circulación, deberíamos conocerlas y respetarlas, desde la primera hasta la última.
Buena parte de los desplazamientos se dan en un entorno urbano, donde la mayoría de vehículos no tendrán problemas para circular. Sin embargo, y aunque no siempre nos percatemos de ello, los vehículos de grandes dimensiones son muchísimo menos ágiles que un turismo. Está claro que un smart fortwo es más ágil callejeando que un todo terreno de 5 metros de largo. Con esta comparación nos podemos imaginar que conducir un autobús en entorno urbano no debe ser nada fácil.
Un autobús no articulado mide, aproximadamente y dependiendo de cada modelo, unos 12 metros. Muchos de los coches del segmento B tienen una distancia de en torno a los 4 metros, por lo que en el espacio de un autobús caben tres coches “normales”. Además de la peor maniobrabilidad debemos sumar la menor capacidad de aceleración.
No salirse de las líneas que delimitan dos carriles, o simplemente la incorporación a una rotonda o un cambio de carril con tráfico denso, es una tarea mucho más complicada para estos gigantes motorizados con los que compartimos las calles de la ciudad. En ocasiones nos enfadamos cuando circulamos, por ejemplo, por una rotonda y un autobús se incorpora por la siguiente entrada, ya que por sus grandes dimensiones y poca capacidad de aceleración puede hacernos frenar si no queremos chocar con él.
Seguramente a todos nos ha ocurrido esta situación y, reconozcámoslo, alguna vez hemos tocado el claxon y/o por dentro nos hemos acordado de quien no tendríamos que acordarnos. También es cierto que hay algunos conductores de autobuses que parecen creerse “los reyes” de las calles por aquello de ser más grandes y fuertes pero, por fortuna, solo es una minoría.
¿Nos hemos puesto alguna vez en su lugar? Ahora te invito a que pienses en si alguna vez te “has colado” con tu turismo en un ceda el paso y has hecho frenar a otro vehículo que tenía preferencia sobre ti. Seguramente el otro conductor “te haya pitado” y tú te has dado cuenta de que no lo has hecho bien por la estúpida razón de no esperar unos segundos más.
Este tipo de vehículos son grandes y lentos, y deben cumplir las normas de circulación como cualquiera; pero, ¿no crees que en ocasiones sea normal que realicen maniobras ligeramente “fuera de la ley”? ¿Tanto molesta facilitar levemente una maniobra a un vehículo mucho más torpe que el nuestro? Donde más sufren es en los giros de radio reducido, en las calles estrechas y en las incorporaciones y también en los cambios de carril; ¿por qué no “tirarles un cable” en determinadas situaciones y siempre y cuando podamos ayudarles? En muchas ocasiones, tanto en el tráfico como en la vida en general, deberíamos ponernos en el lugar del otro.
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Fotos – fotojog y chris-mueller