El tiempo de paso del peatón en el paso de peatones

Josep Camós

5 de octubre de 2008

Uno de los conflictos presentes en el día a día de la circulación es la absoluta incompatibilidad entre el espacio que ocupan los vehículos y el destinado a los peatones. Cuando esos espacios se entrecruzan, cuando el vehículo invade las aceras o, de forma más natural, cuando el peatón invade la calzada, se produce una situación de riesgo que tiene como resultado un enfrentamiento entre un elemento veloz y robusto como es el vehículo y un elemento frágil y vulnerable como es el peatón.

Teniendo eso como base, sería lógico pensar que los organismos encargados de regular el tráfico se preocuparan por dar al peatón un trato de favor en ese conflicto. O, al menos, que tuvieran en consideración su ritmo de paso al programar los semáforos, esos elementos que permiten que el peatón goce de prioridad en las intersecciones más conflictivas de la vía pública.

Un chiste de toda la vida dice que se reconoce a un catalán en Madrid porque cuando el muñequito verde del semáforo comienza a parpadear, el catalán sale corriendo para alcanzar la acera, mientras que quien vive en la capital acaba de atravesar la calle con toda tranquilidad, a sabiendas de que el semáforo le dará el margen suficiente como para terminar su caminata sin mayor problema.

Por lo que se ve, a un zaragozano le pasaría lo mismo que a un catalán de visita en Madrid. Esta semana hemos sabido que los pasos de peatones de la capital aragonesa son como una pista de atletismo en la que los transeúntes maños deben fijar verdaderas marcas olímpicas si quieren salir indemnes de la aventura de cruzar la calle.

En Zaragoza, si el peatón se lanza a la calzada en cuanto su semáforo se pone en verde, no hay mayor problema. El peatón alcanzará la acera opuesta justo antes de que el semáforo cambie de color. La cuestión se pone peliaguda cuando el peatón comienza a cruzar con el semáforo en verde y este, de repente, comienza a destellar. En menos de tres segundos deberá llegar hasta la otra acera si no quiere ser arrollado por los coches. En Madrid, un semáforo situado en una calle similar a la medida en Zaragoza deja al peatón un margen de 13 segundos.

Alargar el tiempo de paso a los peatones para que cruzasen con comodidad supondría restar segundos de la circulación de vehículos. ¿Sería ese un cambio significativo? Depende. Como todo en materia de circulación, se trataría de encontrar y mantener un equilibrio. Y eso, cuando hablamos de algo tan variable como es el tráfico, siempre resulta algo complicado de conseguir.

Vía | Heraldo.es