El SAHS, síndrome de apnea e hipopnea durante el sueño, o cómo caer dormidos al volante

Josep Camós

31 de enero de 2009

¿Cerrarías los ojos mientras conduces por una abarrotada callejuela? ¿Echarías una cabezadita al entrar a una rotonda? ¿Dormirías a pierna suelta en medio de un carril de aceleración? Pues eso es lo que puede suceder fácilmente cuando un conductor sufre el SAHS, un trastorno del sistema respiratorio que nos ataca sin que nos demos cuenta mientras dormimos y que nos pasa factura a plena luz del día, cuando se supone que estamos despiertos.

El SAHS puede pasar desapercibido en un control rutinario de salud. Sin embargo, es más que frecuente entre la población. Afecta a un 4% de los adultos, más a hombres que a mujeres, lo cual, estadísticamente hablado, quiere decir que si eres el lector número 25, o 50, o 75, o 100… de este post, puedes tener un serio problema en el coche si sufres de SAHS y nadie te lo está tratando. Como diría el poeta, la puedes liar parda. El síndrome dispara hasta el 700% la posibilidad de sufrir un siniestro.

León duerme

Para que nos entendamos, el SAHS se manifiesta cuando el enfermo está durmiendo y de forma involuntaria deja de respirar durante un breve espacio de tiempo. Si sus vías aéreas se obstruyen parcialmente hablamos de hipopnea. Si la obstrucción es total, hablamos de apnea. También existe un subgrupo dentro del SAHS que se da cuando el problema está en el sistema nervioso central, aunque las consecuencias son similares a las del síndrome que se produce por obstrucción de las vías aéreas.

Al haber obstrucción en la garganta, el aire no fluye correctamente hacia los pulmones y la sangre deja de transportar el Oxígeno necesario hacia el cerebro. Estas crisis pueden durar más de 10 segundos en el caso de la apnea. Cuando esta situación se prolonga, el organismo se estresa, aumenta la presión arterial y segrega adrenalina hasta que el enfermo da un respingo, un ronquido seco y respira de nuevo. Es lo que se conoce como arousal o microdespertar.

Antes de continuar, vale la pena destacar un punto: es normal que cualquiera de nosotros haga alguna que otra apnea. Pero cuando ese ciclo se repite cientos de veces durante la noche hay que comenzar a preocuparse. Al día siguiente, el enfermo de SAHS nota cansancio y una especie de resaca. Lógico: durante la noche no ha tenido un sueño reparador… y sin embargo no es consciente de ello.

¿Por qué ocurre mientras la persona duerme? Porque el tono muscular de la garganta es menor de lo normal debido a que se relaja, y por tanto el espacio para que pase el aire también es menor. Eso facilita que las vías respiratorias se cierren y produzcan vibración y ronquido. También lo potenciará el alcohol, los fármacos sedantes y los hipnóticos, ya que la relajación muscular que producen estas sustancias hará que el paso de aire por la garganta se estreche aún más. Por su parte, el tabaco, con su acción irritante sobre las mucosas, ayuda enormemente a que las crisis sean más acentuadas.

¿Y qué sucede de día? Pues que si el cuerpo no ha dormido, está cansado. Y si durante el sueño el cerebro ha sufrido cortes en el suministro de Oxígeno, cuando la persona esté despierta no pasará por su mejor momento para pensar, evaluar y actuar con agilidad y precisión. Mal asunto si nos hemos de poner al volante. Por otra parte, el cerebro está programado para desconectar automáticamente el interruptor cuando nota que el organismo está fatigado. De lo contrario, el organismo se resentiría hasta llegar a la muerte. Con todo esto en la coctelera, tenemos que el enfermo de SAHS sufre una cierta confusión mental, una somnolencia extrema y puede llegar a tener microsueños. Eso, metido en un coche y llevando un volante entre manos, resulta extremadamente peligroso.

Durmiendo en el trabajo

Está claro que quedarse dormido en el trabajo está feo (supongo), pero la cosa se pone verdaderamente grave si esa caída sobreviene al volante. De hecho, el SAHS es un asesino silencioso que predispone a la hipertensión y a sufrir arrítmias, apoplejías y ataques cardíacos. ¿Cuántas de las colisiones que atribuimos a una distracción o que se etiquetan como «otras causas» no habrán sucedido por una dolencia secundaria a un SAHS? Quien durante el día se cae de sueño, está jugando a la ruleta rusa cada vez que coge el coche. Y en su juego nos involucra a todos.

¿Cómo reconocer a un enfermo de SAHS? Como decía al principio, el síndrome no siempre se detecta en los controles médicos rutinarios, pero sí que hay indicios que nos deben ayudar a considerar si nosotros mismos o alguien cercano sufre esta enfermedad. El retrato robot de un enfermo de SAHS responde al siguiente perfil: varón de edad media, obeso y roncador, que se encuentra cansado, con dolores de cabeza persistentes, no rinde adecuadamente en el trabajo, se levanta para orinar a menudo, está irritable, olvida sucesos recientes y además tiene la libido por los suelos.

El SAHS se da cuando en una persona confluyen factores como estos:

* Obesidad y/o cuello grueso. Una persona con problemas severos de sobrepeso tiene el camino abierto hacia el SAHS. Aunque no están claros los motivos de esta correlación, lo cierto es que existe.
* Ronquidos. A pesar de que no todos los individuos que roncan tienen SAHS, el ronquido es un rasgo común a los afectados por el síndrome. Además, es el indicador que aparece en primer lugar.
* Amígdalas protruyentes, úvula voluminosa y engrosamiento de la base lingual. Unas anginas desarrolladas en exceso, una campanilla hipertrófica o una base de la lengua demasiado gruesa reducen el paso de aire, lo que puede predisponer a la persona a sufrir SAHS.
* Mandíbula corta o pequeña. La morfología de un maxilar inferior de pequeño tamaño o retraída redunda en una reducción del caudal de las vías aéreas superiores.
* Posición de descanso. La posición decúbito supino (boca arriba, para entendernos) favorece los episodios de apneas e hipopneas, ya que estando en esta posición la vía aérea superior se colapsa.
* Predisposición genética. La morfología craneofacial puede influir en el desarrollo del SAHS, y esa morfología es hereditaria a través de los genes. Por eso, si nuestros mayores sufren apneas, conviene que prestemos una especial atención a nuestro organismo.

Lo complicado del asunto es que el sujeto difícilmente va a ver en sí mismo una apnea. Por eso resulta fundamental la ayuda de su pareja (si es posible, claro) para aclarar según qué puntos sobre el candidato a enfermo de SAHS. ¿Ronca al dormir? ¿Se para su respiración unas cuantas veces durante la noche? ¿Se despierta con dolor de cabeza?

Hay otros indicadores que pueden ayudar a centrar el problema, pero son algo más peliagudos. El clásico sería el conductor que se duerme esperando a que el semáforo pase de rojo a verde. Y si lo único que hace es obstaculizar el tráfico, aún tendrá suerte, pero estará jugando con fuego.

Médico

Entonces, si esta enfermedad reviste tamaña gravedad cuando quien la sufre se sienta al volante, ¿por qué no se hace algo más para detectarla en nuestros centros de salud y en los centros que realizan revisiones médicas en el entorno laboral? Esa es una buena pregunta. Desde luego, si yo fuera responsable sanitario no sabría qué responder.

Cuentan algunos facultativos especializados en medicina familiar que en España hay un número de unidades de sueño que resulta insuficiente para la cantidad existente de enfermos de SAHS, un síndrome que va en aumento. Esas unidades confirman si hay SAHS mediante la única prueba realmente eficaz: un estudio polisomnográfico que precisa ingreso hospitalario durante una noche. De ahí que las listas de espera se demoren una barbaridad. Hasta un año puede esperar tranquilamente un enfermo de SAHS para que se le comience a tratar el problema.

Y durante ese tiempo el afectado no debería conducir. Está claro que un enfermo de SAHS corre peligro si lleva un volante entre manos, pero un año de parón forzoso puede tener unas consecuencias económicas que no son fáciles de aceptar por alguien que necesite moverse para ganarse el pan. Mirémoslo así: Debido a la saturación que sufren las unidades de sueño, si en las revisiones médicas rutinarias se detectaran más casos de SAHS, seguramente las listas de espera se harían más y más largas, lo que llevaría a la ruina económica a más de uno. Quizá por eso, mientras los recursos sean los que son, el mejor remedio oficial para esta enfermedad parece consistir en esconder la cabeza bajo el ala.

Por todo, el mejor consejo que se puede dar es que cada cual investigue si en su alrededor alguien puede sufrir el SAHS para confirmarlo cuanto antes con el médico. De lo contrario, una cabezadita puede llevarlo al sueño eterno.

Asesoramiento | Dr. Josep Serra
Más información | El médico interactivo, Secom
Foto | Yogi, agoode, law keven, Lisa Brewster