Cuando hablamos de países en vías de desarrollo (o mal llamados subdesarrollados), la falta de seguridad vial no es el principal problema que se nos viene a la cabeza. Es como si estuviese a la cola de las necesidades de un pueblo, por detrás de otros problemas como la pobreza, la educación o la guerra. Como si circular en coche, o cruzar una carretera, sin jugarnos la vida, fuese un lujo del que sólo los países del primer mundo pueden disfrutar. Pero la alta siniestralidad de estos países son a la vez causa y consecuencia de su propia pobreza, en cuanto a la terrible pérdida que suponen las víctimas para su comunidad y para su país.
La siniestralidad vial, una pandemia mundial
La alta siniestralidad en las carreteras de todo el mundo, es una grave lacra a nivel global que organizaciones como la OMS o la ONU llevan décadas alertando. Con una cifra de 1.4 millones de víctimas mortales en 2016 en todo el mundo, los accidentes de tráfico constituyen la segunda causa de muerte entre los 15 y los 29 años, y la tercera entre los 30 y los 44 años. De seguir así, la siniestralidad vial se convertirá en la tercera causa de mortalidad en todo el espectro de edad, incluyendo niños y ancianos. Superaría así a enfermedades como el VIH o la malaria.
La clave de estas alarmantes cifras se encuentran en los llamados países en vías de desarrollo, que ven en la creciente y descontrolada motorización de su población su mayor problema de seguridad vial. Es el caso de la inmensa mayoría de países de América Latina, que a excepción de Cuba, han visto como el número de vehículos motorizados ha aumentado de manera exponencial. Así, la tasa de siniestralidad vial en la región creció un 20% en la primera década de los 2000, y se estima que el crecimiento será del 48% hasta 2020.
Las cosas no son mejores en otras regiones del globo. En los países sudasiáticos, las previsiones dicen que el aumento de la siniestralidad entre 2000 y 2020 alcanzará el 149%. Aquí la clave se encuentra en el elevado número de accidentes mortales que sufren los conductores de ciclomotores y motocicletas, que suponen el 36% del total (en España un 21%). A la gran popularidad de este medio de transporte se le une el poco respeto a las ya de por sí escasas normativas de circulación. Como muestra, las recientes manifestaciones estudiantiles en Bangladesh por la falta de seguridad vial en sus calles.
Por último, el caso más antagónico de Europa y nuestro país es el de África. En el continente negro, se producen 26,6 muertes por cada 100.000 habitantes como consecuencia de accidentes de tráfico, por 9,3 víctimas en Europa. Además, como gran parte de la población se desplaza a pie, los peatones suponen el 38% del total de las víctima mortales en accidentes de tráfico (en España un 7,5%). Siendo además el colectivo más vulnerable, no es de extrañar que África presente el mayor riesgo de morir a consecuencia de un accidente de tráfico en todo el mundo.
Falta de consenso global en seguridad vial
Entidades y organismos supranacionales como los arriba mencionados, han venido igualmente denunciando que esta tendencia es consecuencia de la escasez (o ausencia en muchos casos) de políticas de seguridad vial en los países en vías de desarrollo. Según la OMS, en 2011 sólo 28 países (que representan un 7% de la población mundial) contaban con leyes integrales de seguridad vial, lógicamente con los países del primer mundo a la cabeza.
Además, si hablamos de medidas básicas, 114 eran los países (con un 48% de la población total) que aplican límites de velocidad en ciudad; 89 países (que suponen un 66%) cuentan con leyes de alcoholemia similares a las nuestras; y 90 países (con un 77%), disponen de leyes sobre el uso del casco en vehículos de dos ruedas. Mención aparte merece los sistemas de retención: mientras que 111 países (con el 69% de la población mundial) legislan a favor del cinturón de seguridad, sólo 17 (con el 9%) cuentan con una buena observancia sobre el uso de los sistemas de retención infantil.
La seguridad vial, un recurso muy escaso
Otro asunto fundamental es el de los recursos destinados. La inversión en la prevención de accidentes es muy baja comparado con la realizada en la prevención de otras causas de mortalidad (enfermedades, delincuencia, etc). También, gran parte de las pocas medidas a realizar se llevan a cabo sin planificación ni coordinación, debido a la ausencia en países de bajos y medios ingresos de métodos de recopilación y procesamiento de estadísticas sobre siniestralidad vial.
Ante esto, instituciones como el Banco Mundial (la mayor institución inversora en los países en desarrollo) han recalcado la importancia del intercambio universal de conocimientos entre países, organismos y entidades privadas. El propio Banco Mundial incluye en todos sus proyectos viales una partida para seguridad vial. Los aspectos en los que más hincapié se hace son diseño de infraestructuras de seguridad vial; capacidad institucional; legislación y normativa de circulación; vigilancia policial y aplicación de la ley; cambio de conductas de conductores y peatones; automóviles más seguros; y respuesta efectiva tras el siniestro.
El afán por mejorar las condiciones de seguridad vial de los países en desarrollo, ha tenido su máximo exponente en el Objetivo Desarrollo Sostenible (ODS), impulsado por el Banco Mundial y el Servicio Mundial para la Seguridad Vial (GRSF). Su objetivo, reducir en un 50% las muertes por accidente de tráfico de estos países en 2020. Sin embargo, la falta de recursos económicos y materiales, así como de propia conciencia de los países, hacen que el objetivo esté cada vez más lejos.
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