A pesar de su alto valor para la seguridad, muy poca gente presta atención al mantenimiento del cinturón de seguridad, por mínimo que éste sea. El cinturón está ahí y funciona pensarán algunos, pero a él le debemos que cada año mucha gente salve la vida en los accidentes.
Aunque hay que tener en cuenta que dada la fortaleza de los tejidos que lo componen es muy difícil que un cinturón pueda llegar a dañarse, no por ello hay que pensar que estamos delante de un elemento indestructible.
Una de las ocasiones en que debemos estar atentos es si sufrimos un accidente. Es posible que tras un esfuerzo extra el tejido pueda llegar a estirarse y dejar de ser efectivo si repetimos accidente. Un síntoma claro de que es hora de pasar por el taller. Como también los son las pequeñas roturas o los enganchones. Otro enemigo de los cinturones son los productos químicos. Éstos reducen las condiciones y resistencia del material. A la hora de limpiar, mejor un trapo húmedo, agua y jabón neutro.
Eso en cuanto al cinturón propiamente dicho. En cuanto al mecanismo, un tirón rápido y suave nos servirá para comprobar si algo falla. Por otro lado, los fabricantes recomiendan cambiar el pretensor tras cualquier impacto que haya hecho saltar los airbags. No debemos olvidar los puntos de anclaje. El conocido «click» que oimos al anclar el cinturón debe oirse con claridad, de la misma forma que al presionar el botón rojo el cierre debe liberar la «hebilla» sin ningún problema. En coches con edad avanzada tampoco está de más comprobar los anclajes al chásis. El óxido es un mal síntoma.
Aunque en la posición del conductor el uso del cinturón sea más usual y por ello más sencillo de detectar esos pequeños problemas, no conviene olvidar el resto de cinturones. Si seguimos los pasos en todos los cinturones podremos asegurarnos que llegado el momento, éstos funcionaran tal y como deben.
Vía | CEA