Si ya sabemos los efectos y alcance de la velocidad, incluso, los medios futuros de ayuda al conductor sobre el control del vehículo para abordar el problema o, mejor dicho, minimizar las consecuencias conocidas del exceso de velocidad en la vía pública tales como, inseguridad vial en la población tras el aumento de la siniestralidad, contribución a la contaminación por el aumento de emisiones de gases y pérdida de la calidad de vida debido al ruido del tráfico rodado; sólo, nos queda hacer una reflexión sobre dónde está el límite y cómo afrontar la necesidad de una mejora en la gestión de la velocidad para lograr el equilibrio perfecto entre todos los usuarios de la vía.
El límite de velocidad no es impuesto a capricho por el titular de la vía sino más bien exigido por el propio ingeniero en base a la configuración del terreno. Una señalización que puede variar con el tiempo debido al volumen de tráfico, puntos de concentración de siniestros, obras, etcétera. Conducir demasiado rápido para las condiciones existentes, por ejemplo, puede ser una de las consecuencias de la tendencia a sobrestimar las propias habilidades. Pero existen más factores….
Actitudes hacia la velocidad, sus límites y control
En Europa, el proyecto SARTRE estudió las opiniones de los conductores sobre los principales factores de los siniestros en carretera y se llegó a la conclusión de que hay una evolución positiva en la percepción del peligro de la velocidad excesiva y esto conlleva además, a una mayor aceptación de las medidas de control de la velocidad.
Se podrá correr más o menos pero dentro de unas reglas conocidas y aceptadas por todos. Es decir, muchos conductores prefieren tener límites de velocidad más altos pero no en todas las vías públicas es esto posible como, por ejemplo, en las autopistas y zonas urbanizadas. Por otro lado, existe incongruencia cuando hablamos de tipos de vías y su uso por parte de determinados vehículos puesto que la velocidad mínima la orientamos a una parte de vehículos pero no a todos. A pesar de conocer la velocidad de los distintos tipos de vehículos por sus características técnicas y construcción, limitamos su velocidad pero nos olvidamos de las circunstancias de la vía y condiciones del conductor.
La presentación de la velocidad en la publicidad que vemos a diario sobre coches, motos, vehículos deportivos, campeonatos de velocidad es un fenómeno muy extendido. Una publicidad que motiva a correr más con el coche y por tanto, al aumento de los riesgos en la conducción. Afortunadamente, hoy por hoy, a la hora de comprar un coche se prefiere o se mira más, la seguridad que aporta y menos la velocidad que pueda alcanzar, pero cuando hablamos de jóvenes, fin de semana, drogas y alcohol, digamos que las prestaciones del vehículo se reducen o dependen de la capacidad del conductor.
Utilización de radares: argumentos a favor y en contra
«Los traumatismos causados por el tránsito se pueden evitar y predecir en gran medida; se trata de un problema causado por el ser humano que cabe someter a un análisis racional. Los errores corrientes de conducción y el comportamiento común de los peatones no deberían ocasionar traumatismos graves ni decesos – los sistemas de tránsito deberían ayudar a los usuarios a enfrentar airosamente situaciones cada vez más difíciles. La vulnerabilidad del cuerpo humano debería ser un parámetro determinante del diseño de los sistemas de tránsito, y en éstos el control de la velocidad es esencial» (OMS, 2004: Informe sobre la prevención de traumatismos causados por el tráfico)
Las medidas de imposición sobre el control de la velocidad sabemos de sobra en qué consisten y por eso puede que aprendamos antes a no ser sancionados que a modificar nuestra conducta. No obstante, si se aplican adecuadamente, son un instrumento eficaz para reducir la frecuencia del exceso de velocidad y de mejora de la seguridad vial. No vale, el radar con efecto badén, es decir, aquí toca frenar pero luego acelero. Para ello, es necesario que los límites de velocidad vayan acorde con la función y características de la vía y que los conductores conozcan los límites y estén bien informados sobre los efectos de la velocidad.
Si una infracción por velocidad detectada no es advertida, es decir, no se le notifica al conductor de inmediato, aún teniendo el mismo valor probatorio, la sanción no sería ejemplar y no tendría el efecto pedagógico. Por otro lado, independientemente del tipo de conductor o vehículo, un exceso de velocidad sancionado con multa y detracción de puntos tiene distinto baremo en atención al tipo de vía y medio de transporte utilizado. Una cuestión que deja dudas sobre la eficacia del control de la velocidad es cuando superamos la velocidad en razón del tipo de vehículo en lugar de la establecida por el tipo de vía debido a que el dispositivo de control no distingue vehículos.
Otro dato no menos importante es la infracción que pueda cometer un extranjero y no se le pueda notificar la sanción, bien por no identificar a su conductor o porque su lugar de residencia no figure dado de alta en el registro de conductores de la DGT. Una cuestión que además precisa una regulación a nivel europeo puesto que si no existen fronteras, manejamos una moneda única, la sanción, independientemente donde se haya cometido el hecho, tendría que ser la misma para todos. No obstante, queda por resolver si el control de velocidad, aún siendo necesario, cumple con la función preventiva, intimidatoria, educativa, recaudatoria, etcétera… ¿Qué opinan ustedes?:
vídeo:
Vía | Comisión Europea
Vídeo | CEA
En Circula Seguro | Sobre radares y la prevención de accidentes
El exceso de velocidad | (1): Sus efectos y alcance |
(2): Cómo abordar el problema | |
(y 3): ¿Dónde está el límite? |