La salud y la concentración al volante tienen que ser compatibles para conducir de forma segura. Con la diversidad y cambiante modo de la información, avances en telecomunicaciones, parece que nunca estamos al día en cuanto a novedades tecnológicas. Además, su complejidad resulta ser un dilema para comprobar si realmente nos beneficia o más bien nos perjudica, ya no sólo por el tiempo que empleamos en esa puesta al día sino también por la complejidad que supone aprender un nuevo programa, sistema o aplicación y adaptar esos conocimientos a nuestra forma de vida.
El excesivo uso de las tecnologías de la información como el rechazo a las mismas dan lugar a patrones de comportamiento diversos, puesto que ambas reacciones pueden empeorar u obstaculizar el correcto uso de nuestra vida personal y, en consecuencia, en otras labores, no menos habituales, como la de manejar los mandos de un vehículo al provocar estrés o extremada confianza. De ahí que, como consejo previo, no nos podemos dejar llevar por la máquina y su programa sino que debemos ser conscientes de la realidad y controlar la situación con nuestros propios mecanismos: conocimiento, dominio, experiencia, saber estar, en todo momento y a la altura de las circunstancias.
La tecnología, en algunos casos, provoca estrés
La primera vez que escuché decir esa frase fue durante mi asistencia en el Primer congreso Nacional sobre Seguridad Vial y Discapacidad celebrado en Sevilla y durante la ponencia de D. Luis Montoro González, Catedrático de Seguridad Vial por la Universidad de Valencia y Presidente de Fesvial. Durante el evento, se refirió a los avances en seguridad activa y pasiva del automóvil, cada día más sofisticados pero al mismo tiempo más complejos. La conclusión fue que la falta de formación y, sobre todo, el desconocimiento de lo nuevo puede aumentar la siniestralidad vial porque si no sabemos utilizar ni nadie nos dice como manejar las ventajas que nos ofrece la ciencia, poco o nada podemos hacer para mejorar en seguridad.
La introducción que se está haciendo de dispositivos de seguridad en los nuevos coches de serie como, por ejemplo, AEB o frenada de emergencia autónoma, BLIS o detector de ángulo muerto, detección de señales de tráfico, detector de señales de tráfico, eCall, ESP o control electrónico de estabilidad, LDW o detector de cambio de carril, sensores de aparcamiento, sistemas de visión nocturna, son algunos de los elementos que mencionamos, hace tiempo, en Circula Seguro con el glosario de Sistemas de Seguridad. Unos elementos de seguridad, tanto activa como pasiva, del vehículo que debemos conocer o, por lo menos, familiarizarnos con ellos para que estos conceptos relativos a los avances tecnológicos, en el mundo del automóvil, no nos resulten extraños.
Bienvenidos estos nuevos modelos de movilidad que nos exigen un dominio y control al alcance de nuestra mano, que se nos supone tras adquirirlos, pero estamos seguros que estos cambios no vienen solos sino que además traerán, aparejados, cambios sustanciales en el sector del automóvil: primas de seguros condicionadas al número de elementos de seguridad, adaptación de fabricantes, talleres y Estaciones ITV, componentes que tendrán que ser armonizados no sólo con Europa sino con el resto de países, legislación que contemple todas estas reformas, así como la formación de conductores y peatones dentro del fenómeno vial. Sin embargo, nos olvidamos de la seguridad vial que afecta realmente a los usuarios porque muchos de los avances mencionados no contempla, por ejemplo, la velocidad adecuada según las circunstancias medio-ambientales de la vía, peso de la mercancía y del vehículo, compatibilidad entre las zonas 30 y vehículos de dos ruedas, paso de travesías a vías interurbanas, así como la experiencia y educación del que maneja la dirección y mandos del vehículo.
La cantidad de datos que podemos visualizar y tener en cuenta durante la conducción puede fatigar al conductor y, lo que es peor, distraer su atención al ocuparse de otros datos y desatender su vista puesta al frente. Toda información recibida en poco espacio de tiempo genera a veces momentos de saturación y bloqueo, ésto nos llevaría a un estado emocional, al menos, inquietante e inseguro si tenemos que tomar varias decisiones a la vez. La labor de conducción nos exige un nivel de concentración adecuado a las circunstancias y cualquier segundo que restemos a nuestra atención puede suponer una detracción en el tiempo de reacción u originar una maniobra evasiva errónea ante cualquier imprevisto.
El ritmo cardíaco, la respiración y el grado de concentración, tras sufrir un brote de estrés o ansiedad, puede afectar al conductor hasta el extremo de hacerle perder el dominio del vehículo. Por tanto, si durante la conducción vemos que nuestro estado de ánimo se ha visto alterado, notamos malestar físico o, simplemente, nos cuesta centrarnos en lo que hacemos, es preferible aminorar la velocidad, buscar un lugar seguro y estacionar el vehículo hasta que se nos pase el mal trago. Por otro lado, si desconocemos cualquier avance, dispositivo o aplicación del vehículo o nos hace dudar sobre su funcionamiento, es preferible, antes de realizar cualquier desplazamiento: mostrar interés sobre los sistemas del vehículo que vamos a conducir y volver a repasar esas instrucciones que nos dieron y no vimos en su día. Una decisión que dependerá de nosotros.
Más información | Tecnología y Seguridad Vial, futuro inmediato (Revista Cesvimap)
Foto | Mentor Graphics
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