Me escribe Flor Zapata a raíz de una reflexión que ha publicado acerca del choque, sucedido hace ya un año, de un autobús contra un turismo que estaba detenido por avería en el carril BUS-VAO de la A-6, en las inmediaciones de Madrid. En el siniestro fallecieron dos mujeres, de 50 y 20 años, cuando el autobús arrolló su coche, en el que viajaban un total de cuatro personas. Las otras dos ocupantes del vehículo, de 19 y 22 años, resultaron heridas a consecuencia del impacto.
Me recuerda Flor el caso, me ofrece datos de la joven de 20 años fallecida, Lola Velayos, y veo que los testigos del siniestro apuntan a un presunto uso del teléfono móvil por parte del conductor del autobús, algo que en su momento negó o matizó el responsable del vehículo. Así quedó recogido en la crónica de Antena 3 que nos mostraba el momento del choque a través de las cámaras de control de tráfico:
Y ahora, la cuestión de fondo. ¿Era posible evitar esa colisión? Una primera respuesta afirmativa apunta al presunto uso del teléfono móvil por parte del conductor, si es que fue ese el desencadenante del choque. En otro orden de cosas estaría la imposibilidad de señalizar adecuadamente el lugar de la inmovilización voluntaria por emergencia, algo que la ley contempla cuando por las condiciones del tráfico no sea seguro usar los dispositivos de preseñalización de peligro, los triángulos V-16.
A este caso se acoge el conductor apelando a la falta de visibilidad del coche detenido. Permítaseme un inciso. El conductor habla de falta de visibilidad… en un tramo absolutamente rectilíneo y sin que –a la vista de lo que nos muestra la cámara– parezca existir nada que dificulte la observación del entorno. Es algo que no deja de ser llamativo. Máxime cuando comprobamos en la grabación que el autobús impacta sin apenas desviarse de la trayectoria.
En cualquier caso, e incluso dando por buena la explicación del conductor del autobús, hay algunos detalles en todo lo que rodea a este siniestro que son importantes no ya para determinar lo que ocurrió hace ahora un año sino para evitar que algo así vuelva a suceder en el futuro, tanto en esta vía como en cualquier otra de características similares.
Un coche averiado, ¿un problema contemplado?
Si echamos un vistazo al carril BUS-VAO, tenemos que se trata de una calzada segregada de la vía principal y delimitada por barreras, que cuenta en este lugar con dos carriles aunque en otros tramos la anchura del vial se restringe a un solo carril de circulación. El arcén, a lo largo de todo el recorrido, es de una anchura patética. Sería irrisoria, si no hablásemos de consecuencias tan graves cuando alguien tiene la mala suerte de sufrir una avería ahí.
Primer punto, por lo tanto, que es extrapolable a otras vías. Cuando se planifican y se desarrollan nuestras carreteras, no siempre se cuenta con un arcén que dé un espacio suficiente para casos de emergencia. Hablamos de emergencias, de momentos imprevistos en los que el conductor tiene que hacer frente a una situación que le ha surgido de pronto. ¿Alguien se plantea en serio que la mayor parte de los arcenes contemple esa posibilidad?
¿Para qué sirve monitorizar el tráfico?
Segundo punto, y más llamativo. Tenemos una cámara que nos muestra el momento de la colisión. ¿Para qué sirve esa cámara? ¿Para qué sirven los elementos de control del tráfico si no es para evitar que suceda precisamente lo que sucedió hace ahora un año? Todo parece indicar que no se lanzó a los conductores una señalización circunstancial de peligro a través de los paneles de mensaje variable, aunque es obvio que el peligro estaba allí.
Lo mismo se puede aplicar a cualquier otro sistema de control. Hace un tiempo hablábamos de las imprudencias detectadas en Barcelona. En aquella ocasión, veíamos cómo los agentes de la autoridad pasaban de largo. En el caso de Madrid, no parece que nadie activara ningún dispositivo para avisar a los conductores de la presencia del vehículo detenido por avería en una vía de alta capacidad sin apenas escapatoria.
Más allá de la posible imprudencia del conductor del autobús, el trabajo de quienes velan por nuestra seguridad consiste en poner todos los medios para que, si falla el factor humano, haya un factor vía y entorno diseñado para reducir los riesgos. El caso del vehículo arrollado en Madrid hace ahora un año nos demuestra que el factor humano está también presente detrás del factor vía y entorno. La cuestión está en saber si se está trabajando por mitigarlo. Para la familia de Lola Velayos ya llegan tarde.
Vía | Quiero conducir, quiero vivir
Más información | Lola Velayos, «No más vidas rotas»
Vídeo | Antena 3