Cuando mencionamos la palabra dummy casi todo el mundo sabe a lo que nos referimos. Esos muñecos articulados de plástico y con dianas pintadas a lo largo de su cuerpo. Ellos son los encargados de sentir, literalmente, el impacto de las multiples pruebas de choques a los que son sometidos nuestros vehículos antes de ser lanzados al mercado. Muchas pruebas con el fin de demostrar que los sistemas de seguridad funcionan tal y como se han pensado.
Los modelos actuales, de los que existen modelo para cada tipo de choque, cuentan trata de asemejarse lo más posible al cuerpo humano. Las medidas y los materiales copían tanto a la complexión media como a la propia textura y dureza de la piel humana. Y para que ningún dato se escape, poseen 700 sénsores repartidos por todo el cuerpo. Todos ellos son capaces de recoger 35.000 datos en el cerebro del dummy, que en este caso no está en la cabeza sino en el tronco del cuerpo.
Datos que posteriormente son analizados con el fin de interpretar las colisiones. Y sobre todo, como estas actúan sobre el cuerpo humano. Las aceleraciones, deceleraciones, flexiones, elasticidad son los datos fundamentales que se recogen en cada una de las prueba de colisión, pero los dummies también son capaces de medir temperatura, velocidad de las corrientes de aire o incluso las radiaciones solares.
Mucho han evolucionado desde que el primer dummie, Sierra Sam, naciera en 1949 para evaluar los efectos de aceleración en los pilotos de la aviación estadounidense, aunque no fue hasta 1961 cuando Mercedes Benz y su implantación de los cinturones de seguridad ayudara a dar el espaldarazo definitivo a este elemento esencial en el desarrollo de la seguridad en los coches, aunque no sería hasta 1966 cuando se crearon los primeros modelos enfocados por y para el mundo del automóvil.
Todo vale si hablamos de que cada año salvan aproximadamente 8500 vidas. Una cifra nada despreciable y que poco a poco va subiendo gracias a los avances en seguridad que ayudan a promover.