¿Drogas en el coche?, tolerancia cero: los opiáceos

Alberticu

5 de noviembre de 2012

Para este capítulo que nos ocupa del especial Drogas y Conducción que publicamos cada semana en Circula Seguro, vamos a hablar de los opiáceos, sobre todo de la heroína. Debemos mencionar que muchos de los heroinómanos o adictos a esta droga se iniciaron en el consumo por vía endovenosa usando otras sustancias, generalmente obtenidas en farmacias.

En este sentido se toma como referencia a la morfina, ya que es el fármaco patrón de los analgésicos opiáceos y el más utilizado con fines terapéuticos. Como es habitual, explicaremos brevemente la descripción de los principales opiáceos, aunque nos centremos en la heroína. Una droga que en España, en el año 1976, es testimonial. Se expande desde el 1977 y alcanza niveles de epidemia entre los años 1979 y 1986.

Opiáceos, historia y procedencia

Cabeza de adormidera

El opio se extrae de las cápsulas de la adormidera (Paver Somniferum), una planta similar a la amapola común. Realmente, se extrae un jugo que exuda la adormidera al cortarla. Su cultivo se extiende por Asia menor, India y Extremo Oriente. En principio se usa como medicamento hasta el siglo XVIII pero es utilizada como droga en el siglo XIX. Debido a que el Reino Unido, Francia y Estados Unidos trafican con esta sustancia, una entrada masiva de este tóxico en China provoca los primeros problemas de adicción. El gobierno intenta frenar el consumo, lo que provoca las llamadas guerras del opio.

En el año 1906 se aísla la morfina y por sus potentes propiedades analgésicas es usada para tratar a los heridos de las guerras franco-prusianas y de secesión pero se detectan numerosos casos de adicción. En 1874 se descubre la heroína como derivado opiáceo de la morfina. La intención es dar un uso terapéutico a esta sustancia evitando su acción adictiva. El problema es que pronto empezaron a darse cuenta de que la heroína era un producto mucho más adictivo que la morfina.

Las organizaciones mafiosas no tardan en ver el potencial económico a modo de fuente de ingresos que podrían obtener traficando con heroína. Junto con algunas circunstancias sociales del momento, como la guerra del Vietnam, se favorece que el consumo de heroína se extienda rápidamente entre la gente joven. Debemos mencionar también la codeína, alcaloide del opio usado como calmante. Es similar a la morfina pero mucho menos potente ya que esta última, es el principal alcaloide del opio.

Formas de consumo y efectos del ‘caballo’

Chute de heroína

Centrándonos en la heroína o diacetilmorfina, es un derivado sintético del opio que se pensaba supuestamente desprovisto de acción adictógena pero acabó siendo un fracaso terapéutico. Debido a su carácter de generar dependencia solo tiene interés toxicológico. Es un polvo cristalino blanco y muy fino que varía según los procesos de purificación a los que haya sido sometido.

En base al grado de pureza y origen se clasifica en tres tipos con números 2, 3 y 4. La número 2 es la base o Tsao-ta que procede del sudeste asiático y se presenta granulada con colores entre gris amarillo y rosado. La número 3 o Brown Sugar es de aspecto terroso y color marrón. Viene mezclada con cafeína, estricnina y azúcares con un contenido en heroína entre un 25 y un 50 por cien. La número 4 o Tailandesa tiene el porcentaje más elevado, en torno al 90% de riqueza y es un polvo fino de color blanco aunque puede tener tintes amarillos o crema.

Se suele adulterar o cortar con glucosa, lactosa, cafeína, leche en polvo o caco entre otros. Se puede ingerir en forma de comprimidos por vía oral, aspirada por la nariz o fumada, aunque su administración más frecuente es inyectada en vena. Sus efectos son similares a la morfina pero más graves. Elimina la sensación de dolor y la percepción actuando como depresor del sistema nervioso central. En el argot se la conoce como caballo, nieve, dama blanca o jinete del apocalipsis.

¿Por qué los opiáceos y la conducción son incompatibles?

Conducir con drogas

El problema de los opiáceos es que si se usan con fines recreativos, se suelen superar las dósis llamadas terapéuticas. Es posible que tampoco lleguemos a dosis de intoxicación aguda pero de ninguna manera el consumo de opiáceos o sus derivados son compatibles con la conducción. Es frecuente una relajación y un estado de sedación que evidentemente ralentiza nuestros movimientos al volante haciéndolos mucho más lentos. Tardaremos en reaccionar ante un imprevisto en la conducción como un animal que cruza o una maniobra imprevista de otro vehículo.

El estado de shock, las convulsiones y los fuertes calambres impiden no solo el hecho de conducir sino el comenzar a hacerlo. El manejo de los mandos de nuestro automóvil como acelerador, freno, volante y palanca de marchas se verá afectado en esta tesitura. Lo peor de los derivados del opio es que crean fuertes dependencias y es muy habitual ver al consumidor crónico de este tipo de drogas. En este caso es frecuente a nivel psiquiátrico el trastorno delirante o psicótico, ambos incompatibles con la conducción. En el próximo capitulo hablaremos de las anfetaminas.

Foto | DenverJDM, Wikimedia, LarraSun, KyleMay
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