Hoy 30 de enero se celebra el Día Mundial escolar por la No Violencia y la Paz (DENYP), una jornada educativa que tuvo su origen en nuestro país, pues fue establecido en 1964 el poeta Llorenç Vidal, como homenaje a Mahatma Gandhi (el 30 de enero coincide con el día de su fallecimiento). El fin que persigue, tan vigente en la actualidad, es el de una educación sin violencia, pacificadora y de carácter permanente.
Esos principios son imprescindibles para entender la Educación Vial. En este día tan especial es preciso que la incluyamos para tratar de desterrar comportamientos inadecuados sobre la vía que son el origen de muchos factores de riego. Hablamos de la violencia vial.
Desafortunadamente, existen más formas de violencia vial de las que en un primer momento podríamos pensar. Y es que, como ocurren en otras tantos ámbitos de la vida, en muchas ocasiones las emociones afloran para determinar el modo en que actuamos. Estos también ocurre al volante.
Acotemos qué es violencia vial
Hace unos meses poníamos uno de esos desafortunados ejemplos cuando tratábamos de dar respuesta a por qué nos alteramos al volante. Estas eran las palabras del doctor Jean-Pascal Assailly, del instituto francés Iffstar:
Imagina la siguiente situación: estás pegado al parachoques del coche que te precede, con las largas puestas, insultando a su conductor porque consideras que va demasiado lento y le haces un dedo cuando lo adelantas. Para la ley de tráfico es una infracción. Ahora imagina que haces lo mismo en la calle, cuando vas caminando y que te pegas a la persona que va delante, insultándola para que se aparte y enseñándole un dedo -y no precisamente el pulgar-. Aparte de ser una situación totalmente grotesca o ridícula, sería una verdadera agresión. Ahora imagina que tú eres el peatón que va delante.
Este ejemplo, por desgracia tan repetido en las carreteras, es un ejemplo perfecto de violencia vial. Esta no se identifica solo con una agresión física, sino que es toda forma de agresividad volcada hacia el resto de usuarios de la vía, plasmada en un comportamiento que afecta a la conducción, sea o no intencionada.
Conductas poco responsables
Esta agresividad, en mayor o menor dosis, suele dar lugar a una conducción que dista de ser responsable, y en ocasiones se suele materializar en infracciones manifiestas. Infracciones como estas:
- Conducir de forma manifiestamente temeraria
- Circula en sentido contrario al establecido
- Conducir vehículos en competiciones o carreras no autorizadas
- Circular con autopistas o autovías con vehículos prohibidos
- Superar los límites de velocidad establecidos
- Arrojar objetos a la vía que puedan producir accidentes o incendios
- Conducir de forma negligente creando un riesgo para los otros usuarios
- Incumplir las normas viales sobre prioridad de paso y detención
- Incumplir las normas sobre adelantamientos
- Adelantar poniendo en peligro o entorpeciendo a ciclistas
- Realizar la maniobra de marcha atrás en autopistas o autovías
- Aumentar la velocidad para impedir o dificultar adelantamientos
- No respetar las señales de agentes que regular la circulación
- Incumplir los cambios de sentido
¿Por qué somos agresivos al volante?
Ya hemos realizado algún análisis exhaustivo sobre los motivos de la agresividad conduciendo. Como os contamos, se trata de un desajuste emocional del conductor que tiene consecuencias directas en su conducta al volante. En lengua inglesa se conoce como Road Rage.
El especialista en Psicología del Tráfico y Seguridad Vial, Psicofisiología y Metodolgía de las CC.SS del Comportamiento, David Herrero, explica en el siguiente vídeo cómo se traslada la ira a la conducción.
Herrero señala cinco tipos de comportamientos, cuatro de ellos manifiestamente violentos:
Expresión verbal de la ira: insultos, amenazas, etc. no escuchados por el conductor del otro vehículo.
Expresión física de la ira: amenazas e insultos que sí son escuchados por la intención manifiesta del conductor que los expresa.
Agresión a través del propio vehículo: ejemplos de este tipo de agresiones son circular muy pegados, tratar de sacar a otro vehículo de la vía, frenar para provocar.
Agresión desplazada: es la que va dirigida contra alguien ajeno a las emociones propias. Es decir, alguien que paga sin tener culpa ni relación por la ira generada en otra situación de la conducción.
Frente a estos tipos de manifestación de la ira, el psicólogo especialista explica en qué consiste el comportamiento adaptativo o constructivista. Y es que es prácticamente inevitable aislarnos emocionalmente al 100% mientras conducimos. Si pudiéramos desconectar esa función en nuestro cerebro, la violencia vial no existiría. Por eso, lo relevante del comportamiento constructivo es que permite dominar esas emociones para evitar que afecten a nuestra conducción.
El cambio es posible
Cambiar nuestra forma de conducir es posible. De ahí la importancia de celebrar jornadas como la presente, que pretenden concienciar sobre la violencia en todas sus formas. Solo a través de la reflexión, la experiencia y el auto-conocimiento podremos llegar a controlar esos impulsos negativos.
Es cierto que pueden existir casos extremos o incluso que llegan a ser objeto de la criminología. Precisamente, la criminología vial trabaja para poder remediar los comportamientos más complicados, combinando seguridad vial, eficacia jurídica y la reinserción social de los conductores.
Más allá de esto, la solución a la violencia vial comienza por la educación, concienciación y el trabajo por la empatía y la asertividad, fundamentales para los conductores del futuro, y piedra angular de todos los días internacionales.
Imágenes | iStock/OlafSpeier
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