Dejar una nota en el parabrisas no es tan difícil

Josep Camós

10 de septiembre de 2008

Quizá te suene esta escena. Llegas al parking donde has dejado el coche, te dispones a abrir la puerta y, de repente, te encuentras con una desagradable sorpresa. Un golpe, un rayajo, un catadióptrico roto, tanto da. Alguien ha cometido una torpeza y ha dejado su huella en tu coche.

Comienzas a inspeccionar el resto del vehículo y acabas dándote cuenta de que, de toda la Historia que acumula la carrocería, sólo puedes atribuir a tu mal hacer como conductor un pequeño refregón que llevas en el parachoques, de aquel día que tirando hacia atrás diste con una papelera que nadie te dijo que estaba allí. El resto de las cicatrices que muestra tu vehículo son producto de las maniobras de los demás.

Sin embargo, no es eso lo que más te incomoda. Lo que hace que te mosquees y te cabrees es mirar y remirar por todo el vehículo en busca de una nota de disculpa con un número de teléfono que sirva para aclarar las cosas… y no encontrarla.

El problema es que todavía crees en la ética de las personas. Todavía confías en que cualquier hijo de vecino sabe diferenciar lo que está bien de lo que está mal. Todavía estás convencido de que la gente está hecha de una pasta que les permite guardar el orgullo en el bolsillo cuando meten la pata y pueden acabar diciendo «lo siento».

En realidad, tampoco exiges mucho más. Te enseñaron que hay que saber perdonar los errores de los demás, así que el golpe es lo de menos. Te molesta, claro, y te preguntas por qué tienes que acarrear con el perjuicio que ocasiona algo en lo que tú ni siquiera has tomado parte, pero lo perdonas porque un error lo tiene cualquiera. Lo que te fastidia de verdad es la facilidad que ha tenido el artista para escurrir el bulto.

De todas formas, lo tienes claro. Quien te ha dejado el coche como no estaba y se ha ido mirando hacia otro lado ha actuado así no por falta de ética sino por un problema de autoestima. Sabe que golpear tu coche ha estado mal y se avergüenza de ser tan poco hábil al volante. Por eso preferiría tragarse un paraguas cerrado y cagarlo abierto antes que dar la cara en semejante trance.

No es que sea cobarde, es que es inseguro.

Y tú dirás: pues que se vaya a ver al psicólogo… pero que primero deje una nota en el parabrisas, ¡que no es tan difícil!

Foto | Josep Camós