Si hay un vicio de la conducción que no soporto de ninguna manera es el nulo respeto que algunos conductores muestran por la separación lateral que hay que mantener en todo momento con el resto de usuarios de la vía. Me molesta especialmente esa falta de respeto en el desarrollo de adelantamientos que se dan en curvas de radio pequeño. En esas circunstancias cuando que se te eche alguien encima resulta, además de un plato de mal gusto, un peligro de lo más tonto.
Cuando llega el final de cada día, en mi ir y venir he tenido montones de oportunidades de sobrevivir a colisiones laterales infligidas por aquellos conductores que no comprenden que el espacio que necesita un vehículo para circular es algo mayor que el que figura en su ficha técnica bajo el epígrafe «Dimensiones». Y es entonces cuando me pongo a pensar un poco en lo que he visto a mi alrededor. ¿Por qué sucede esto? ¿Qué lleva a mis involuntarios compañeros de viaje a querer entablar conmigo una repentina relación no solicitada ni consentida por mí?
Existe en el mundo de la circulación un concepto que se denomina disciplina de carril, y que puede resumirse en una idea muy sencilla: Empleamos para circular un solo carril (no dos), del que sólo salimos, con antelación suficiente y respetando la prioridad que asiste a quienes ya circulen por el carril al que queremos cambiarnos, si existe una causa justificada. Por si alguien lo había olvidado, diré que un carril es una franja de la calzada por donde cabe una hilera de automóviles que no sean motocicletas.
La idea básica es que *la degradación de la disciplina de carril lleva al peligro de colisión lateral.*
¿Y cómo sobreviene esa degradación? Hay algunos escenarios que nos pueden ayudar a comprender el problema. Por poner un ejemplo, cuando en una situación de tráfico congestionado un conductor se cambia continuamente de carril por entender que en la fila de al lado van más rápidos que en la suya, existen dos puntos para destacar. El primero, anécdotico para el caso que nos ocupa, es que el conductor no sabe (o finge no saber) que al final ambas filas circulan a la misma velocidad, esto es, a paso de tortuga, por lo que cambiar repetidamente de carril cuando hay un atasco («culebrear», como dicen en América) sólo lleva a perder (más) velocidad media entre acelerones, sustos y frenazos. El segundo punto, determinante para la degradación de la disciplina de carril, es que poco a poco el conductor que culebrea entre carriles acaba olvidando un punto esencial, y es que utilizamos un solo carril para circular, y no dos. Es el triunfo del principio por el cual «de río a río, todo lo que veo es mío».
Otro factor que puede intervenir en la degradación de la disciplina de carril, esta vez en carretera, es la velocidad excesiva. En efecto, a la hora de *abordar una curva* debemos tener presente el *radio* de esta, la *masa* de nuestro vehículo y la *velocidad* a la que circulamos. Si no somos capaces de moderar la velocidad ni de hacer adelgazar a nuestro vehículo (por ejemplo lanzando a alguien por la ventanilla antes de llegar a la curva), la única solución que nos va a quedar es *aumentar el radio de la curva,* esto es, comernos el carril de al lado. Y como casi todo en materia de comportamiento, aquí hay retroalimentación: Si ya pensábamos que «de río a río, todo lo que veo es mío», no tendremos ningún problema es darle un susto al pobre desgraciado que en esos momentos circula a nuestro lado. Total, que no se hubiera puesto ahí, ¿verdad?
Sí, son cosas que pasan.
Foto | Rataedl, SubZeroConsciousness