Aitor Álvarez

12 de noviembre de 2007

¿Cómo se puede comprender que, si durante la noche el tráfico disminuye en un 60%, casi la mitad de los accidentes mortales se produzcan en ese período? Pues según la encuesta realizada por Prevensis y el Comisariado Europeo del Automovilista es así. Esa casi mitad de la que hablo se puede cifrar exactamente en un 42%, lo que no deja buen sabor de boca. Y para más inri resulta que con el cambio de horario de verano al de invierno, casi aumenta en un 50% el número de muertes en el asfalto (gracias por el chivatazo, Josep).

Bien es cierto que en esas horas se juegan con factores externos no tan habituales durante el día: alcochol, drogas y cansancio acumulado. Si a esto le sumamos que durante las horas sin luz la fatiga muestra antes su presencia y que debemos adaptar nuestra conducción al campo ilimunado, que es bastante reducido, estaremos ante una falta de seguridad constante. Por lo tanto nuestra forma de conducir de día no puede aplicarse a la noche; aunque se haga… con los demoledores resultados que ya han sido expuestos.

No quiero inducir con esto el miedo o alegar que conducir de noche es un problema o una imprudencia, porque no es así. Un servidor ha recorrido cientos de miles de kilómetros durante las horas en las que la ciudad duerme y ha disfrutado de la carretera como un enano. Si se hace de forma correcta, relajada y concentrada, puede ser la actividad más gratificante de las que se dan al volante. Veamos pues, en este pseudoreportaje la manera en que podemos lograrlo.

 

Conocer el entorno; anticipación

Si durante las horas de luz hemos de anticiparnos a todo lo que sucede en un campo bastante amplio, es decir; anticiparnos a lo que sucede hasta donde nuestros ojos llegan, por la noche varía un tanto esta técnica. Nos centraremos y anticiparemos allí a donde nuestras luces llegan y con ellas nuestros ojos. Contando con que por la noche no se perciben las distancias de la misma forma y sumándoselo a nuestro reducido campo de visión habremos de aumentar considerablemente la distancia de seguridad con los vehículos que nos precedan, utilizar los espejos de forma constante para no perder detalle de lo que sucede a nuestro alrededor, imaginarnos las situaciones que pueden ocurrir fuera de nuestro alcance visual (anticipación: por ejemplo, suponernos que a 500m. más alante, aunque no lo veamos, hay una bifurcación) y abusar en todo momento que sea posible (sin deslumbrar a propios ni extraños) el alumbrado de carretera o largo alcance.

 

Los ojos; nuestros peones en el campo de batalla

Antes de salir a conducir de noche conviene pasar por el oftalmólogo a revisarnos la visión. Una de las principales causas de fatiga en este período temporal es el cansancio visual: forzando la vista no lograremos nada positivo, salvo ponernos en constante peligro y para colmo de males fastidiarnos aún más nuestro ojitos. Unas gafas o lentillas adecuadas y un diagnóstico certero para descartar ciertos defectos visuales (como la ceguera nocturna) harán que salgamos más tranquilos y confiados y por ende mucho más seguros.

 

Las torres de asalto

Si nuestros ojos dan los primeros pasos para que salgamos victoriosos del enfrentamiento con la oscuridad, nuestras máquinas no deben fallarles. Y en este caso el símil corresponde al vehículo que utilicemos. Vamos a suponer de forma genérica que se trata de un turismo, aunque bien pueden valer todas estas recomendaciones para cualquier tipo de automóvil.

Por supuesto, y como siempre que vayamos a viajar, sin importar a donde ni qué hora sea, revisaremos el estado del coche. Niveles correctos, presión de los neumáticos adecuada, buen funcionamiento de las luces (especialmente ahora que vamos a conducir sin sol). Conviene especialmente que tengamos el coche limpito: nos dará una sensación de sosiego muy importante y ayudará a que la visibilidad hacia el exterior sea la adecuada.

Cositas que se nos suelen pasar por alto en estos casos: los espejos retrovisores también han de estar en perfecto estado, limpios y bien regulados. Y aunque parezca asombroso, siempre nos acordamos tarde de que llevamos el depósito del lavaparabrisas vacío… sí, justo en ese momento en el que nuestro cristal delantero se convierte en el cementerio de mosquitos por antonomasia.

 

Y la luz se hizo…

Porque habremos comprobado que nuestros faros funcionan adecuandamente y que están en su justa altura antes de salir. Tan pronto como veamos que son necesarias pondremos en funcionamiento las luces, aunque si somos muy previsores y nos gusta ir por libre, llevaremos las luces dadas las 24 horas del día. Antes hemos dicho que hay que abusar del sistema de largo alcance y ahora lo repito, por si se pasa por alto. Esa tacañería general por miedo a aumentar el consumo o que se fundan las luces no es una actitud nada segura cuando se va al volante. Por supuesto que en cuanto creamos poder deslumbrar a otros usuarios, click; pasaremos a las luces de corto alcance o cruce.

Si fuéramos deslumbrados por algún despistado o por algún desaprensivo reduciremos la velocidad llegando a detenernos si fuera necesario y siempre tomaremos como referencia el lado derecho de la carretera, donde nos fijaremos, si existiera, en la franja blanca cotinua o discontinua que delimite el comienzo del arcen. También podemos entrecerrar un poquito el ojo izquierdo, aunque personalmente no soy partidario de ese método (expondremos al ojo derecho a ser sobreiluminado en el momento en el que sólo tenemos ese para sacarnos de un apuro).

Cuando circulen vehículos delante nuestro hemos de estar vivos y aprovechar sus luces delanteras y traseras. Las delanteras porque si estamos atentos podremos ver con mucha más antelación lo que hay delante y las traseras para averiguar, en caso de duda, el trazado de la vía. Además, en caso de que, por ejemplo, hubiera algún peatón por el arcen y tendríamos que dejar la distancia lateral de seguridad mínima nos enteraríamos a tiempo gracias al movimiento del vehículo que nos precede. Aunque esto no siempre es seguro ni recomendable y abusar de esta técnica conlleva fatigarnos rápidamente.

Finalmente es importante recordar lo que dicta el código respecto a los adelantamientos nocturnos y el uso de las luces. Puestos en cuestión si tenemos a dos vehículos transitando por el mismo carril y el que va detrás decide adelantarnos, se supone que nosotros, al no tener a nadie que venga de frente llevamos el alumbrado de largo alcance, mientras que él irá conduciendo con cortas. Mientras inicia la maniobra y hasta que se ponga en paralelo con nosotros mantendremos las largas, momento en el cual, si todo ha ido como debería, él lanzará las largas y nosotros bajaremos a cortas. Y la cosa seguirá como hasta antes del adelantamiento, sólo que se han girador las tornas. Ahora bien, la mayoría de la gente no recuerda o no conoce este sistema. O ni tan siquiera lo aplica. Así que ojo y no vayamos a acabar liándonos más de lo que pretendíamos aclararnos la vista.

 

Consejos varios

Esos consejos que soltamos una y otra vez sin cansarnos hasta llegar a repetirnos más que el chorizo: mantener una adecuada ventilación dentro del habitáculo para evitar el cansancio, conducir con ropa cómoda y parar cada cierto tiempo a descansar. Beber es necesario al conducir, habíamos dicho hace un tiempo y el ejercicio, tanto antes como durante el viaje ayudará a evitar fatigas indeseadas. Tampoco estaría mal, si el viaje es largo, plantearnos hacer noche en el camino… que tampoco cuesta tanto dinero y en algunas árenas de servicio podremos acampar. Incluso dormir en el coche es una buena opción; más si tenemos una furgoneta donde estirarnos o un furgón preparado como caravana.

 

Moraleja

Aunque no debería tenerla, puesto que es un cúmulo de consejos y no una fábula. El caso es que se me ocurre una y copio otra:

  1. Si conduces de noche es para disfrutar del dia siguiente; no para no llegar a verlo.
  2. Un hotel siempre sale más barato que un accidente.

También aspiro a que los datos ofrecidos ayuden a reflexionar sobre la importancia de conservar en buen estado y comprobar el alumbrado, cosa que los españoles, según un estudio de RACE (gracias de nuevo al cazador de noticias Josep Camós), pasamos por alto a diario. Es el sistema de seguridad que menos se cuida y por ello pagamos tan alto precio en nuestros desplazamientos nocturnos.