¿Cuándo terminan estas obras?

Jaume

28 de julio de 2009

Personas trabajando cerca de coches circulando a gran velocidad, grandes camiones entrando e incorporándose a la vía a escasa velocidad por lugares donde no es habitual, maquinaria estacionada en los alrededores, materiales o residuos de la construcción depositados en la calzada que puede convertir el pavimento en una pista de patinaje, y un largo etcétera. Está claro que cuando hay obras, todos estos factores hacen imprescindible reducir la velocidad.

Ahora bien, y aunque parezca mentira, todas las actuaciones llegan a su fin. Llega un día en que las lineas están ya pintadas, el último bulldozer se va… y por lo tanto desaparecen las señales restrictivas con fondo amarillo. O deberían, por que no siempre es así.

Pondré un ejemplo que sufro prácticamente cada día. Al parecer, el gobierno subvencionó varios consistorios de la zona para asfaltar la carretera nacional N-II. Bien por los políticos, por fin hacen algo necesario (un lustro tarde, pero bueno).

Durante varias semanas, al ir hacia el trabajo de mi progenitora podía jugar a la quiniela e intentar acertar donde estaría la retención provocada por el paso alternativo de vehículos. Esa es otra, ¿no habría sido lógico que los ayuntamientos se coordinaran y los trabajos empezaran por una punta y acabaran en la otra, sin tanto va y ven? En fin.

Uno de los tramos donde más falta hacía es el que pasa por las localidades de Santa Susana, Malgrat de Mar y Blanes. El antiguo pavimento estaba agrietado y contenía numerosos baches. Durante los trabajos, en los consecuentes atascos uno casi estaba contento mientras esperaba el turno para pasar al lado de las máquinas. Sí, la espera es molesta, pero al menos dentro de poco se podrá circular con mucha más comodidad que antes.

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Al día siguiente, el asfalto estaba en perfectas condiciones. Suave como la piel de un bebé. Me sorprendió ver que las habituales señales que limitan la velocidad a 80km/h aún estaban tapadas, substituidas por las aparentemente temporales señales amarillas que limitan la velocidad a 60. Vale, pensé, a lo mejor es que quedan por asfaltar algunos tramos, o hacer algunos retoques. Pronto lo acabarán y retirarán la señalización circunstancial.

Iluso de mi. Meses sin ver ningún cambio en la zona, pero las señales siguen ahí. Si realmente falta algún detalle por terminar, ha pasado tanto tiempo que cuando vuelvan a terminarlo casi se podrá considerar otra obra diferente. Y mientras, la circulación se ve limitada por una obra que no se está realizando. Quiero creer que hay una razón para la limitación, pero cada vez me cuesta más confiar.

A mi, personalmente, no es que me importe mucho circular más despacio en este tramo que no debe llegar ni al kilómetro, la diferencia es de sólo quince segundos. El problema es que muchos conductores han decidido que no quieren obedecer las señales de una obra que no ven.

Si uno, por principios, decide seguir a rajatabla las señales verticales, por ilógicas que parezcan, acaba creando una densa e impaciente cola detrás. Una mirada al retrovisor da miedo: casi puedo ver el colmillo afilado esperando ese tramo de 200 metros donde la vía se desdobla permitiendo el adelantamiento. Y una vez allí, te adelantan quince aprendices de Fitipaldi, apurando el cebreado de forma mareante.

Huelga decir que todo esto dista mucho de ser óptimo. El caso es que la convivencia entre vehículos que quieren circular a velocidades siempre es complicada. Sobre todo si los que quieren ir más rápido se desesperan por aquellos que cumplen una señalización que consideran estúpida.

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Sin duda, la responsabilidad recae en quien, a propósito, decide no circular de acuerdo con una señal. Deberían respetar las reglas, como todos. Pero la verdad es que, en este caso, la vía tampoco ayuda. Que la señalización de la vía sea lógica y se sitúe en el punto justo del continuo agilidad-seguridad es una responsabilidad de la administración. Endurecer los límites no siempre beneficia la seguridad, ya que facilita que los conductores perciban las reglas como absurdas y las ignoren.

Pero un simple ciudadano de a pie difícilmente tendrá recursos para ponerse en contacto con las administraciones y que lo escuchen. Por suerte, el RACC tiene un servicio donde se pueden denunciar aquellas zonas de la vía donde las condiciones de seguridad no son óptimas. No sólo por señales inadecuadas, también por mal estado del asfalto u otros elementos al rededor de la carretera, etc. Ellos se ponen en contacto con los responsables, y con su fuerza pueden acabar convenciendo de que lo mejor es cambiar.

Aunque sea el Real Automóvil Club de Catalunya, el servicio funciona para toda España. Así que si veis algo ilógico en la carretera, no dudéis en utilizarlo. Por lo que he oído, funciona. Así que ahora mismo voy a explicarles el caso.

En Motorpasión| Límites de velocidad en las obras: ¿alguien los cumple?
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