Antes de realizar un *cambio de carril* solemos mirar que en el carril al que vamos a desplazarnos lateralmente no exista ningún vehículo a cuyo conductor forcemos a modificar bruscamente su trayectoria o su velocidad, es decir, *respetamos la prioridad* que asiste al conductor que circula por el carril.
En ocasiones, sin embargo, puede suceder que *dos vehículos* se estén desplazando *en un mismo momento y hacia un mismo carril*, y aquí viene lo peliagudo. ¿Quién de los dos conductores tiene prioridad en un caso como este, que se da más a menudo de lo que en principio pudiera parecer?
Este problema es clásico en las *entradas por autopista hacia las grandes ciudades*, en las que los conductores deben cambiar repetidamente de carriles en una distancia más o menos corta y haciéndose un hueco entre la espesura del tráfico, de manera que no resulta extraño encontrarse que mientras uno está cambiando de carril viene otro dispuesto a abordar el mismo carril y en el mismo momento.
Aunque para que se comprenda la magnitud del problema que explico, quizá no haya nada mejor que recurrir a la técnica infográfica, representando con precisión una de estas situaciones tan cotidianas en las vías que llevan hasta nuestras ciudades:
Si Yo estoy *adelantando a un vehículo* y luego prosigo mi camino por el carril derecho de los dos que se bifurcan hacia la izquierda, puede ser que coincida en el tiempo y en el espacio con el conductor de un vehículo que simplemente *se cambia de carril* para poder proseguir su marcha hacia la izquierda en la bifurcación.
Y en este caso concreto existe *un problema añadido*: es muy posible que cuando Yo regrese a la derecha tras haber adelantado al vehículo que queda entre Él y Yo me eche encima de Él sin siquiera darme cuenta, simplemente porque Él puede haber quedado ubicado en mi ángulo muerto.
Habemus problema… a no ser que yo conozca esta situación de riesgo y pueda *preverla* y adoptar unas *medidas preventivas* que me garanticen que no voy a colisionar por el hecho de cambiar de carril al mismo tiempo que lo hace el otro.
En principio, podríamos decir que tanto Él como Yo necesitamos abordar el carril y los dos lo hacemos *en nombre de un supuesto legal*: Yo, porque acabo de adelantar y para no obstaculizar a los demás debo volver hacia la derecha, y Él, porque necesita tomar ese carril para proseguir hacia su destino y debe cambiarse de carril en cuanto le sea posible. Las bases legales para todo esto se encuentran en los artículos 74, 75, 82, 83 y 85 del Reglamento de la Circulación, si no me dejo ninguno por el camino, y de ellos, destaco los siguientes pasajes:
Por parte de Él:
En cualquier caso, la colocación del vehículo en el lugar adecuado se efectuará con la necesaria antelación y la maniobra en el menor espacio y tiempo posibles.
Por parte de Yo:
El conductor del vehículo que ha efectuado el adelantamiento deberá reintegrarse a su carril tan pronto como le sea posible y de modo gradual, sin obligar a otros usuarios a modificar su trayectoria o velocidad.
Vistas así las cosas, parece que *Yo no tendría por qué volver inmediatamente* al carril derecho, ya que mi desplazamiento lateral no corre tanta prisa como la maniobra que ejecuta Él. Debo reintegrarme a mi carril tan pronto como me sea posible, pero sin obligar a otros usuarios a modificar su trayectoria o su velocidad, lo que sin duda sucederá si me empeño a volver hacia la derecha en el caso infografiado más arriba.
Y es que es de cajón. Sólo por permanecer unos pocos segundos más en el carril izquierdo *no voy a obstaculizar gravemente la circulación*, mientras que si regreso de inmediato puedo poner en peligro a Él, que tiene la obligación de colocar su vehículo en el lugar adecuado cuanto antes. La balanza entre la agilidad y la seguridad se decanta hacia la seguridad.
Ah, pero hemos dicho que quizá el ángulo muerto me impediría ver que efectivamente Él está ahí, por lo que todavía queda un cabo suelto. ¿Cómo solucionar este problema?
En realidad es muy sencillo. La clave está en *observar el entorno* con aún mayor antelación y de forma continuada, esto es hacerse una composición precisa del escenario antes de que se ponga en marcha todo este problema, tener conciencia de lo que nos rodea, vayamos o no a realizar una maniobra, y prestar atención a los puntos más proclives a la generación de riesgos. Eso no nos eximirá de observar por los retrovisores justo antes y mientras ejecutamos nuestra maniobra, pero nos ayudará a prever si existe un Él que pueda coincidir en tiempo y en espacio con Yo.
Como siempre, la *conducción preventiva* se fundamenta en el pilar de la observación y se complementa con la capacidad de previsión y con el dominio del propio espacio. Si observamos la jugada ya de lejos, podremos prever la existencia de Él y dominando nuestro espacio podremos regresar al carril derecho un poco más adelante, cuando ya no corramos el riesgo de entorpecer la maniobra del otro conductor.
Sencillo, ¿verdad?
Foto | Josep Camós