Hoy en día muchas de las acciones que emprende el conductor no obtienen una respuesta directa de los elementos físicos del vehículo, sino que recaen sobre elementos electrónicos que han sido diseñados para obtener de los sistemas del vehículo la mejor respuesta adaptada a cada situación. Así, por poner una situación muy cotidiana, cuando el conductor suelta el pedal del acelerador la centralita que regula la inyección de carburante ordena a sus actuadores que dejen de introducir hidrocarburos en el motor, con lo que se consigue un buen ahorro energético.
Y como ese ejemplo, cientos, tanto es así que se dice que en el futuro los coches se conducirán ellos solitos, sin más que una ligera supervisión por parte del conductor. Y si entendemos que el factor humano está presente en el 90% de la siniestralidad vial, no hay que hacer muchos cálculos para deducir que en un futuro, cuando las máquinas gobiernen la circulación, aumentará la seguridad vial. O eso dicen los defensores de la automatización de los procesos.
¿He dicho «en un futuro»? Vaya, pues parece que Google quiere que ese futuro llegue muy pronto. «Conducción autónoma», se llama el invento.
La corporación que poco a poco va aglutinando decenas de negocios ha puesto ya su punto de mira en la circulación de vehículos, y lo ha hecho con una prueba piloto de conducción autónoma que han explicado en el blog oficial de la Casa:
Nuestro objetivo es ayudar a prevenir los accidentes de tráfico, aumentar el tiempo libre de las personas y reducir las emisiones de carbono por cambios fundamentales en el uso del automóvil. Hemos desarrollado la tecnología necesaria para que los coches puedan conducir. Nuestros coches automáticos, tripulados por personal cualificado, viajaron de nuestro campus de Mountain View a nuestra oficina en Santa Mónica y a Hollywood Boulevard. Fueron por Lombard Street, cruzando el Golden Gate y navegando por el Pacific Coast Highway e incluso alrededor del lago Tahoe. Más de 140.000 millas en total. Creemos que esto es una primicia en la investigación robótica.
Para sus pruebas, que llevan casi un año en desarrollo, Google ha lanzado a la carretera una serie de Toyota Prius equipados con sensores giratorios, cámaras y radares capaces de localizar el coche sobre el mapa y de detectar el trazado de la vía y los vehículos del entorno así como los diferentes elementos de señalización. Algunos vídeos como este nos muestran a estos vehículos en acción.
La viabilidad de la conducción autónoma
Si tenemos en cuenta que el conductor es, por definición, quien va al mando de un vehículo, en el caso de la conducción autónoma de Google ese papel seguirá en manos de un ser humano mientras sean necesarias algunas rectificaciones puntuales sobre los parámetros que maneja la aplicación que comanda el vehículo, tal y como fueron necesarias en el transcurso de las pruebas realizadas por el gigante tecnológico.
¿Soñamos con un futuro regido por las máquinas? Bien, hagámoslo y entonces comprobaremos que la complejidad del tráfico se debe en la mayoría de ocasiones precisamente al factor humano. El conductor que cambia de carril de forma tan impulsiva como inútil, el que corre más de la cuenta para acabar frenando más de la cuenta también, el que se distrae, no ve las señales hasta el último segundo y entonces sorprende a los demás con una maniobra inesperada…
Démosle el poder de decisión a unas máquinas programadas con parámetros orientados hacia la seguridad y la eficacia de la circulación. Así veremos que el tráfico pierde complejidad cuando los conductores ya no deciden tanto sino que dejan esa tarea en manos del sistema… pero no olvidemos que para que un sistema funcione es necesario que el resto de sistemas funcionen también. Está el factor humano relacionado con el conductor, sí, pero hay que recordar que también era humano aquel que decidió emplazar una señal de forma incorrecta o aquel otro que se olvidó de repintar las marcas del asfalto para cuadrar presupuestos. Pensar que sólo es humano el conductor es errar, algo que, como dice la cita, es propio de humanos.
En el fondo, detrás de cada elemento «no humano» existe el factor humano. Está ese inspector que dejó pasar un vehículo en la ITV cuando debía haberlo retenido, está el encargado de emitir la información de Tráfico a través de la radio cuando explica que hay una retención que ya no existe, está ese agente de Policía que no ve cómo se comete una infracción… y así hasta el infinito y más allá. Al final, todos somos humanos y todos erramos, incluso aquellos que programan las instrucciones que permiten la conducción autónoma. Sí, en Google también hay seres humanos.
¿Estamos dispuestos a dejar el coche en manos de una máquina? Todo dependerá de si nos fiamos de todos los seres humanos que se mueven a nuestro alrededor, y no me refiero ahora a esos que vemos mientras viajamos en nuestro coche. Como decía al principio del post, cuando conducimos, lo que hacemos en realidad es dar trabajo a muchos artefactos electrónicos. La cuestión está no tanto en la filosofía de delegar, que ya lo hacemos, sino en una cuestión de cuota, y la pregunta es esta: ¿Dónde hay que situar el límite del poder de decisión de la máquina?
Vía | Error500
Foto | Miki Yoshihito
Gráfico | Josep Camós