Hace dos días me vi en la tesitura de coger el coche en medio de un gran temporal de lluvia y viento. Lo mejor, si es posible, es evitar circular en condiciones de mal tiempo. Eso está claro (aunque quizá no para todos es tan obvio, señor Navarro).
En mi caso, fue inevitable… en primer lugar, porque si yo no iba, alguien debía hacer el mismo trayecto pero en tren y caminando. Y, en segundo lugar, porque no sabía que había una tormenta tan cerca (cualquiera diría que no se han inventado la tele e Internet para esas cosas…).
No fue hasta bajarme del coche para cerrar la puerta del garaje en que noté que estaba lloviendo un poco. Vaya, en esas ocasiones parece justificada la inversión en un motor eléctrico a distancia, incluso en los tiempos que corren.
El trayecto es el que hago más habitualmente. Puedo escoger entre hacerlo por autopista o por carretera convencional. O incluso un trayecto híbrido (por autopista hasta la última salida gratuita).
Cada día decido el camino según los mismos criterios: la autopista me permite ir tranquilamente a la velocidad óptima de todo coche en cuanto a consumo (unos 90km/h, en quinta), evitando pasar por el meollo de los pueblo, lo cual siempre ahorra tiempo, molestias, y gasto innecesario de carburante en los semáforos.
En cambio, para tomar la autopista (y también para dejarla), hay que dar cierto rodeo. De hecho, cosas del urbanismo moderno, me sale más a cuenta ir a tomar la entrada de la autopista del pueblo de al lado. Por lo tanto, se me hace difícil asegurar cuál de los trayectos es más rápido y económico (ojalá tuviera ordenador de abordo… aunque vosotros lo agradeceréis, si lo tuviera os martirizaría una buena temporada haciendo posts sobre los datos inútiles que recogería).
Ante la duda, lo que suelo hacer es ir cambiando la elección según me dé ese día; así combato la temida monotonía.
Volviendo al día en cuestión, nada más tomar la carretera noté que la lluvia apretaba. ¡Vaya, que fastidio! Al acercarme al punto en que debo elegir si tomar el desvío a la autopista o no, añadí una consideración más al debate interno.
¿Dónde me perjudica más la lluvia, en carretera o en autopista? A ver… mi pensamiento fue que, como la nacional en cuestión trascurre casi totalmente dentro de pueblos, allí el follón de coches sería más grande. Debéis saber que, tradicionalmente, en mi comarca las lluvias torrenciales suelen causar estragos, aunque ahora ya las principales rieras están ya cubiertas (de hecho, mi propia calle es un torrente donde el agua puede llegar a arrastrar coches aparcados).
En cambio, en la autopista suele haber menos coches. Con tal de ir más lento para que el agua no suponga un peligro, debería encontrar menos follón e ir más tranquilo. Además, si la lluvia llegaba a afectar a la visibilidad, por lo menos sabía que no me cambiaría sin querer al sentido contrario (y que nadie me tendiría una trampa similar).
Así que decidí tomar el desvío hacia mi derecha, pasar por un paso subterráneo (no sin antes asegurarme que la lluvia no lo había inundado), y fui a la autopista. Ingenuo de mi… no os tengo más en vilo, fue una de mis peores experiencias en los 17 meses que llevo conduciendo. ¡Qué miedo!
La lluvia en si no era nada del otro mundo, he conducido a veces con peores chaparrones, de los que no te dejan ver ni a cinco metros. Pero había otro elemento que no había tenido en cuenta: el viento. Eolo exprimía al máximo sus pulmones, como resultado ráfagas fuertes, laterales y racheadas. Probablemente, tras el hielo, la peor inclemencia meteorológica para el tráfico.
De hecho, el viento es probablemente el enemigo meteorológico número uno para cualquier actividad humana al aire libre… o incluso a cubierto (preguntadle a Nueva Orleans… o sobre todo a cualquier país pobre del Caribe). Incluso para la naturaleza: el mismo temporal que me asustó a mi, poco más tarde derribó un árbol enorme encima del tejado de un vecino mío.
En la autopista, las condiciones eran horribles. El coche se me movía a los lados de forma caprichosa… y peligrosa. Por suerte, aún queda algo de juicio en los conductores actuales, ya que el tráfico iba apenas a 70km/h. Yo incluso llegué a ir a 50km/h en algunos tramos…
Cuanto más despacio se vaya, si el viento debía momentáneamente la dirección, por lo menos se recorrerá menor distancia antes de poder corregir la trayectoria. Es decir, iremos más seguros.
El elemento que no había tenido en cuenta al tomar la decisión de ir por autopista es que, por sus características, está más expuesta al viento. Las dos plataformas (las dos zonas asfaltadas), la mediana, los márgenes de seguridad a cada lado; una zona amplia, sin obstáculos para las corrientes de aire. Además, esta autopista en cuestión esta en lo alto de los pueblos, pasando cerca de las cimas de una pequeña cordillera (la serralada litoral de Catalunya).
En cambio, la carretera está protegida del viento por lo menos por un lado. De hecho, cuando pasa por los pueblos incluso tiene edificios a los dos lados. ¿Un poco atascada por la lluvia? La próxima vez, no me importará esperarme.
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