Cuando circulamos de noche solemos ser cuidadosos con el deslumbramiento que podemos ocasionar al resto de usuarios de la vía al utilizar las luces de carretera. Tenemos claro que si podemos deslumbrar, es necesario pasar a cortas y problema resuelto. Sin embargo, no siempre somos tan cuidadosos con otras formas de actuar que también pueden cegar a los demás.
Pongamos un ejemplo práctico. Cuando llevamos el coche muy cargado en su parte posterior, es fácil que la parte delantera se levante ligeramente, encabritándose el vehículo. Si yendo con el maletero lleno hasta los topes encendemos las luces sin más, lo más probable es que molestemos al resto de conductores por no haber revisado el reglaje de nuestros faros.
Hoy en día, prácticamente cualquier coche que sale a la calle lleva instalado un mando para regular la altura del haz de luz de los faros. Así se evita deslumbrar al resto de usuarios de la vía cuando el vehículo circula con un cierto grado de carga en su interior.
Normalmente el reglaje está graduado siguiendo una escala numérica que va del 0 al 3 o del 0 al 5. Esta numeración no se corresponde con ningún valor concreto, sino que se trata de una escala más o menos intuitiva. Si circulamos de vacío, lo normal es ajustar el mando al 0 puesto que cuando encendamos las luces los faros iluminarán tan lejos como sea posible y compatible con la seguridad. A medida que el nivel de carga del vehículo sea mayor, más alto deberá ser también el número que seleccionemos en el reglaje. De esta forma, los faros se encararán ligeramente hacia abajo y de esta manera contrarrestaremos la inclinación del vehículo.
Fácil, ¿verdad? La cuestión está en tenerlo presente siempre que utilicemos las luces.
Foto | Josep Camós