Por cuestiones de trabajo, me he convertido en un usuario más o menos asiduo de taxi. Nada espectacular, un viaje cada semana o dos. Pero en comparación con los años que hacía que no utilizaba este tipo de servicios, no está mal.
Sin embargo, la anécdota que os contaré no ocurrió conmigo en el asiento trasero, sino que ocurrió cuando era un viandante más, observando el universo. Lo que es una forma de decir que estaba en la más absoluta inopia, caminando por la calle con el piloto automático.
De repente, el estridente e inconfundible sonido de un claxon me sacó de la comodidad inopiense. Miré a mi lado y encontré una escena de lo más peculiar. Una cola de siete coches (los conté) detenidos, a menos de un metro el uno del otro.
Diréis que eran vehículos aparcados. Pues no. Estaban en un carril de circulación, y segundos antes estaban en movimiento. Se acababan de detener. Por lo visto, no se produjo ninguna colisión por alcance de puro milagro.
La verdad es que era hasta cómico verlo, si no fuera porque podría haber sido una desgracia. Todos esos vehículos apelotonados en un sólo carril, habiendo un total de tres. Además, no había más vehículos en circulación. Curioso, ¿verdad?
Delante de la conga, os lo podéis imaginar por la introducción del post, había un taxi. Pude ver como una mujer abría la puerta y se acomodaba en su interior. Ignorando las gesticulaciones del conductor que podría haberle arrollado, el taxista hundió el pie, alejándose del lugar a toda velocidad, como si le diera vergüenza.
Con lo dicho, creo que no hay que ser Grissom para intuir lo que ocurrió. La mujer, saliendo de un hotel, vio pasar el taxi. Tenía que darse prisa, cartelito verde estaba a punto de superar su posición. O se hacía ver a la voz de ya, o tendría que cruzarse de brazos esperando que pasara otro.
El taxista vio la señal en el último momento. En una época como la actual, donde todos los gremios se ven abrumados por negros nubarrones cargados de apuros económicos, suspiró con alivio al pensar «por fin un cliente, ¡ya era hora!». Activó los cuatro intermitentes y frenó. El claxon que escuchó por detrás le hizo perder algunas células madre encargadas de producir melanocitos en su cuero cabelludo.
Huelga decir que de los siete vehículos de la cadena, todos culpables. El primero, por frenar bruscamente y deteniéndose entorpeciendo el desarrollo del tráfico; para más inri en un lugar donde la parada está prohibida. El resto, aún más culpables por no respetar la distancia de seguridad.
Sin embargo, hablando ya en general, es cierto que los taxistas tienen cierta tendencia a parar en cualquier lugar donde quepa su vehículo. En cierto sentido, es lógico que sea así. Si cada vez que llevan a un cliente tuvieran que dar vueltas y más vueltas para encontrar un lugar de estacionamiento, el precio aumentaría exageradamente, y la utilidad del servicio se vería seriamente perjudicada.
Pero todo tiene un límite. En el tráfico, el límite siempre es la seguridad. Tanto la propia como, sobre todo, la de los demás. A mi me parece bastante claro que el caso particular que observé con mis propios ojos está más allá de dicho límite.
Sinceramente, no conozco al detalle los pormenores de la legislación que regula los lugares en que los taxistas pueden aceptar y depositar pasajeros. Y no voy a ser yo el que diga que, por una sóla acción de un sólo miembro del gremio, todos aquellos que realmente se preocupan de la seguridad de sus clientes y conciudadanos (que seguro son la gran mayoría, es su trabajo) tengan que cambiar sus costumbres.
Por supuesto, los propios usuarios del servicio somos los primeros beneficiarios de que, algunos taxistas, se la jueguen de esa forma. Nos viene muy bien no tener que caminar hasta una parada señalizada. Esperamos en la acera, y cuando aparezca un coche con luz verde, simplemente levantamos la mano. Y, al hacerlo, le pasamos la papeleta de tener que detenerse esquivando todo el tráfico rodado.
De todas formas, y como siempre en seguridad vial, el sentido común debe prevalecer ante la urgencia de recoger un cliente. Si sufre un accidente, seguro que perderá bastante más que una carrera.
Fotos | Seattle Municipal Archives, May4th, Ricardo Ricote
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