Esta tarde, mientras salia de la oficina y me dirigía al tranvía, me ha dado por ponerme a contar semáforos. Mira, puntazos que le dan a uno de vez en cuando. Resulta que en paseo de poco más que unos diez minutos, he cruzado un total de trece semáforos (doce más uno, que diría aquél).
La cuenta sale rápida. Más de un semáforo por minuto. El motivo es simple, la zona se encuentra urbanizada siguiendo el clásico diseño en cuadrícula. Que aún suerte de ello, porque en otras zonas el entramado es completamente aleatorio y caótico, donde incluso a menudo es difícil avanzar en una dirección concreta.
Cada manzana tiene un tamaño que, a ojo de buen cubero, debe rondar los 150m. Obviamente no soy Usain, ni corro por la calle. Pero, ¿cuánto tiempo debo tardar en cruzar cada isla de casas? ¿Cuarenta segundos? ¿Un minuto? Y después, cada vez, de nuevo un semáforo.
Obviamente, que haya un semáforo en cada esquina es más que necesario. En dichas esquinas no sólo hay pasos para los peatones, sino también intersecciones entre calles perpendiculares, donde circulan coches que siguen trayectorias incompatibles entre si.
No es que el semáforo sea el único medio posible para convertir en seguras estas encrucijadas donde confluyen vehículos con diversas trayectorias y personas a pie, pero sin duda es la solución más popular en nuestras ciudades. El erario público no da para construir infraestructuras más sofisticadas en todas y cada un de las esquinas de una gran ciudad.
No, yo no creo que el problema sean los semáforos en sí. Como dije recién, son necesarios. El problema es la increíble proliferación de intersecciones ¿De verdad hace falta tener una calle nueva cada 150m?
Será que hoy tenia uno de esos días tontos, pero intenté buscar una respuesta a esta pregunta. Me fijé si por todas esas calles circulaban coches. Hay que decir que la calle por la que camino es relativamente ancha y frecuentada, mientras que las calles transversales que voy cruzando son más pequeñitas.
Para mi sorpresa, vi que sí. Por todas las calles pasaban coches. Aunque, la verdad, en la mayoría de ocasiones no pasaban muy seguido. Era un goteo intermitente. La cual cosa no me pareció sorprendente, los conductores que quieren ir en la dirección transversal pueden elegir cualquiera de las muchas calles. Por lo que el tráfico está muy segmentado.
Luego, un pensamiento loco… o lógico: ¿y si hubiera la mitad de calles, pero fueran el doble de anchas? La capacidad vendría a ser más o menos la misma, pero el número de intersecciones en un recorrido lineal concreto se reduciría a la mitad.
Dicho de otra forma… ¿De verdad es imprescindible que los vehículos puedan ir por todas partes?
En el fondo, este es un problema del planteamiento urbanístico de nuestras ciudades. Lejos de ser experto en estas cosas, ni en ingeniería de caminos, quizá estoy obviando algún argumento importante. La verdad es que no sabría decir si las ciudades actualmente son así porque se han construido para los coches, o porque se han construido contra ellos.
Quizá, me decantaría por la segunda opción. Porque cuando uno está al volante, también acaba más bien harto de los semáforos. Dejadme que lo ilustre con un ejemplo, que ocurrió hace unos días cuando tomé un taxi.
Tras decirle el destino, el chófer puso la radio. Quería saber como estaba el tráfico. «Es que si no hay lío en las rondas, podremos ahorrarnos todos los semáforos del centro». Porque, por las rondas, no hay semáforos ni intersecciones. Son vías de alta capacidad y velocidad (comparada con la media de ciudad), que justifican la construcción de infraestructuras que segregan los vehículos de los peatones. Así, conviven perfectamente.
La idea de las rondas es buena. Unas cuantas vías muy grandes que permiten realizar desplazamientos largos (para el estándar de ciudad) en poco tiempo. Así, uno cubre la mayor parte de la distancia en ellas, y sólo se ve obligado a meterse en el entramado urbano para el acercamiento definitivo a su destino.
Sin embargo, tampoco son una panacea. Por lo menos, en su formato actual. No fueron parte integrante de la planificación original de las ciudades (si es que fueron planificadas…), sino que se construyen a posteriori. Por lo tanto, seguramente hay pocas, y no están bien distribuidas, con lo cual se saturan con demasiada facilidad.
Tampoco ayuda la mentalidad que tenemos todos de querer aparcar en la mismísima puerta. La primera opción es siempre hacer una pasada «a ver si hay sitio». Sino, vueltas concéntricas buscando un resquicio de acera donde depositar el vehículo. Y, para eso, es necesario poder circular por todas las calles.
Como digo, no soy experto. Quizá el modelo de grandes avenidas, con infraestructuras que cómodamente separen a vehículos y peatones es inconveniente por algún motivo que no he alcanzado a ver. Lo que sí tengo bastante claro, y cada vez más, es que el modelo actual de ciudades cuadriculadas es desquiciante para todo el mundo, tanto conductores como viandantes.
El desquicio llega hasta el punto que cada vez somos menos respetuosos con la ordenación reglamentada del tráfico. Cada vez más peatones cruzan en rojo, cada vez más vehículos dejan de respetar pasos de peatones o aceleran cuando aparece la luz ámbar, etc. Cuando uno está cansado de tener que detener su camino cada 150m, es normal que acabe hasta el gorro.
Y si nadie está contento, es que algo falla y debe ser replanteado. Bien sea la estructura de nuestras ciudades,… o bien el modelo actual de transporte, quizá no es imprescindible poder ir a todas partes con el vehículo privado.
Foto | Oseillo, Ildefonso Cerdá