La seguridad urbana es un asunto cada vez más demandado en las ciudades para que sean seguras, especialmente para colectivos vulnerables como son los niños. En las últimas décadas, el urbanismo y la gestión urbana del espacio público ha tratado de incluir a los niños en la ecuación de la ciudad con acciones como un camino al colegio seguro desde el punto de vista vial o la ‘revuelta escolar’.
Todas estas iniciativas parten del hecho de que los niños necesitan espacios seguros para desarrollar sus actividades y juegos. Ya sea para acudir a clase, jugar en la calle o hacer uso de las diferentes vías para circular. ¿Qué necesita una ciudad para que sea segura para los hijos desde el punto de vista de la circulación vial?
¿Qué tiene una ciudad segura para niños?
Según diversos estudios, los “accidentes de tráfico continúan llevándose el mayor número de víctimas” tanto mortales como lesionadas. Para el grupo de edad de 15 a 24 años, entre los que se encuentran los adolescentes, los siniestros viales son la principal causa de fallecimiento con base al estudio ‘Patrones de mortalidad en España’ (2018).
Esto no solo está ocurriendo en España. El resto de países de nuestro entorno tienen problemas similares en sus municipios. Es por ese motivo por el que en las ciudades que buscan ser inclusivas se está marcando mucho la línea que separa el tráfico rodado de los circuitos por los que transitan los niños y otros colectivos. Es decir, dejar los coches a un lado y las personas vulnerables a otro.
Durante décadas, esta separación ha consistido en una ligera elevación de la acera respecto a la calzada llamada ‘bordillo’. Y en la última etapa del urbanismo se ha combinado con un perímetro vallado en algunas aceras, especialmente junto a núcleos generalmente ocupados por menores, como la salida de los colegios. Sin embargo, parece que esta distancia requiere de más espacio.
Cada vez es más frecuente encontrar salidas de colegios completamente peatonales o accesibles únicamente en bicicleta, o bien accesos notablemente separados de la calzada aunque accesibles desde la misma, ampliando el espacio entre el lugar por donde circulan los coches y los espacios ocupados por los niños.
¿En qué consiste la ‘revuelta escolar’?
La petición del cierre del tráfico de calles colindantes a colegios con el objetivo de garantizar entornos escolares seguros, a veces de forma temporal para priorizar el acceso al colegio sin vehículos a motor, llamada ‘Revuelta escolar’, es una de las acciones sociales urbanas que más fuerza está ganando en España. Esta revuelta persigue alejar la vía de los niños.
Aunque el primer objetivo es el de evitar atropellos en la entrada y salida de los colegios, que es donde más se dan, también existen otros menos visibles pero no menos importantes, como reducir parte de la contaminación atmosférica por químicos o por ruidos al alejar la fuente de estas emisiones.
La contaminación atmosférica química (las partículas que salen del tubo de escape de los vehículos) está relacionada no solo con los conocidos problemas respiratorios, sino también con trastornos mentales cuando la exposición es a largo plazo e incluso a problemas de desarrollo en menores. Y esto forma parte de la seguridad vial, dado que es un impacto negativo derivado del tráfico.
La contaminación atmosférica acústica ha jugado un papel menos relevante en el ideario colectivo, incluso a pesar que se sabe desde hace décadas que una exposición a niveles de ruido elevados es tan dañina para el organismo como la contaminación química. Cerca de los colegios, el ruido del tráfico provoca altos niveles de estrés, menor concentración y hasta depresión.
El paseo hasta el colegio, un espacio seguro
La principal actividad de los niños y adolescentes es estudiar, formarse para el futuro. Es por ello que el segundo punto de las ciudades seguras para ellos incluyen un camino peatonal seguro desde su vivienda hasta el centro de formación. Una ruta por la que puedan acceder caminando a través de los llamados “espacios públicos de proximidad” por UNICEF.
Estos corredores urbanos son espacios próximos a los hogares y los centros escolares a través de los cuales desplazarse o transitar de forma segura. Islas ‘blindadas’ del impacto del tráfico en cualquiera de sus formas: parques lineales (Madrid), superislas urbanas (Barcelona), corredores asfaltados junto al río (París), peatonalización del centro (Pontevedra), etc.
Pedaleo infantil, práctica viable y deseable
Hora punta a la holandesa: tráfico pesado de buses escolares con propulsión infantil.
— Dirk Janssen (@dirkjanjanssen) June 27, 2020
Uno de los puntos clave a la hora de juzgar la seguridad vial de cara a los niños es evaluar el espacio de la vía destinado a su movilidad. Países como Holanda fueron pioneros a la hora de transformar su movilidad para hacerla para todos los públicos, tendiendo para ello carriles bicis donde antes había carriles para otros vehículos. Estos siguen existiendo, pero son menos numerosos.
Hoy en día es posible ver ‘atascos de bicis’ en los accesos a los colegios y trabajos. Respecto a los carriles genéricos para vehículos o los ciclocarriles, los carriles bici segregados permiten que la población más vulnerable (como niños o ancianos) puedan hacer uso de ese espacio urbano. De hecho, hay una parte importante de los ciudadanos que solo se animan a pedalear si están aislados.
Esta actividad física no solo viene bien a la hora de evitar verter gases contaminantes a la atmósfera que tanto niños como adultos respiramos, sino que además suma un necesario ejercicio físico para los menores, que se benefician del mismo.
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