Cinco bulos sobre tráfico, circulación y seguridad vial que podemos rebatir fácilmente

M. Martinez Euklidiadas

4 de diciembre de 2020

Cada cierto tiempo aparecen en conversaciones informales y en foros ciertas consignas falsas sobre tráfico, circulación o seguridad vial. Informaciones que no son ciertas pero que lo parecen, y que se agrupan bajo la cuñadesca categoría del ‘me lo han contado’.

¿Está justificado superar los límites de velocidad de hace décadas porque ahora el coche es más seguro? ¿Es cierto que aumentar la velocidad reduce el tráfico? ¿De verdad no entrañan riesgo las carreteras rectas? En este artículo destapamos algunos de los bulos más frecuentes sobre tráfico.

“Debería poder correr, mi coche es mucho más seguro”

A menudo escuchamos que, dado que los coches de hoy día son mucho más seguros que los de hace décadas —algo que es totalmente cierto y se debe principalmente al uso de tecnología de automatización, como ADAS—, los límites de velocidad actuales no deberían ser válidos para los nuevos vehículos.

Si bien es un tema debatible desde la DGT, que de hecho cada año redefine la velocidad máxima de miles de vías en base a su potencial de peligrosidad actualizado; no es un razonamiento que nos permita obviar los límites de seguridad. Algunos pueden estar desactualizados, cierto, pero también pueden estarlo en sentido contrario al que esperamos por deterioro vial.

De hecho, iniciativas que promueven denuncias colectivas sobre el estado del firme o la seguridad vial de determinadas zonas, llaman la atención precisamente sobre el fenómeno opuesto: en las vías españolas hay una importante cantidad de puntos peligrosos debido a la falta de mantenimiento. La misma que puede haber en un vehículo. En España el coche en circulación tiene una edad media de 12,7 años, subiendo desde 2008 (8,8 años).

mitos seguridad vial

A esto se suma otro factor importante, y es que el elemento más inseguro del vehículo no es el más moderno y tecnológico, sino el que presente mayor probabilidad de error. Hasta la fecha, este elemento es el conductor. El ABS, el ESP, el BAS o el EBV son automatismos de seguridad que seguirán funcionando. Pero el conductor puede tener un mal día, distraerse, haber consumido, etc.

“Si aumentasen la velocidad habría menos tráfico”

Es coherente pensar que la velocidad máxima entre dos puntos determina cuánto tiempo se tardará, de máximo, en llegar de un punto a otro. Sin embargo, el tiempo máximo de viaje o la velocidad máxima son solo alguno de los factores que influyen en la fluidez del tráfico, que es un fenómeno complejo.

El ‘tráfico’ apunta a la fluidez con la que se desplazan los vehículos por una vía. Si hay poco tráfico, este es fluido y los vehículos pueden alcanzar la velocidad máxima de la vía sin impedimentos para una seguridad determinada. Pero si este es elevado, los vehículos no tendrán distancia de seguridad como para acelerar y, si lo hacen, tendrán que frenar.

De hecho, uno de los motivos por los que se generan atascos fantasma —los que surgen sin que haya un cambio de la estructura de la vía, como falta de carriles o rotondas— es precisamente acelerones y frenadas. Es la variación brusca de velocidad combinada con la falta de distancia de seguridad, y no la velocidad en sí, la que genera este tipo de atasco.

Así se puede observar de forma experimental en el vídeo de arriba, publicado en ‘Traffic jams without bottlenecks’ en 2008. De modo que no, aumentar la velocidad no disminuye el tráfico. De hecho, cuanto mayor sea el rango de velocidades a las que se puede circular por una vía [½ vmax; vmax] más probable es que haya atasco debido a las paradas fantasma.

 

“Si pusiesen más carriles, llegaríamos antes”

También relacionado con la fluidez del tráfico, con frecuencia se escucha que se deberían ampliar los carriles de determinada carretera con el objetivo de que haya menos tráfico. De nuevo, el punto de partida parece coherente: si en una carretera de dos carriles circulan 30 coches por minuto (15 por cada carril) y se añade un tercer carril, ahora circularán unos 10 coches por carril. ¿No?

Pues lo cierto es que sí, pero solo durante un tiempo relativamente corto comparado con la vida útil de la infraestructura. Durante los meses posteriores a la apertura del nuevo carril, la vía tendrá algo menos de tráfico. Sin embargo, pronto empezará a aumentar. A esta paradoja se la conoce como posición de Lewis-Mogridge (1990), y es una aplicación de la paradoja de Braess (1968).

Este enunciado dice que “a medida que se construyen más carreteras, aumenta también el tráfico que las usa” y, por tanto, los aumentos de velocidad media máxima serán solo temporales. Dado que añadir un nuevo carril hace que se tarde menos en llegar por esa carretera, esta será más utilizada y pronto alcanzará un nuevo equilibrio de flujo de coches similar al anterior.

Menos de un año después de ser abierto, el tráfico será el mismo. La única diferencia es que se habrá hecho uso de más campo para construir, habrá más asfalto que absorba calor y lo retenga, y subirán los índices de contaminación. Pero el tráfico seguirá ahí, como demuestran las colapsadas vías estadounidenses de acceso a ciudades como Atlanta, Houston, Phoenix o Denver.

“Si aumentase la velocidad, iríamos menos distraídos”

Existe quien cree que una baja velocidad de la vía está relacionada con un aumento de las distracciones. Como los anteriores planteamientos, parece lógico pensarlo: a menor velocidad podríamos tener más motivos por los cuales mirar por la ventana y embelesarnos con el paisaje, por poner un ejemplo.

Nada más lejos de la realidad, lo cierto es que las distracciones están más ligadas a factores personales que a las condiciones de la vía. Algunas de las causas más frecuentes de distracciones son, según la DGT:

  • niveles altos de estrés,
  • mirar un accidente,
  • mirar el móvil,
  • usar el teléfono (también en modo voz),
  • fumar y conducir,
  • distraerse manipulando controles del coche,
  • la fatiga,
  • el sueño.

También se agrega a esta lista elementos como estar pensando en algo diferente a la propia conducción. Por ejemplo, pensar en la familia, el trabajo, el dinero y los problemas económicos o la salud. Sabiendo esto, ¿puede haber una relación entre distracciones y velocidad? Lo cierto es que puede haberla, pero no tal como se suele imaginar.

De nuevo, la clave está en la variación de velocidad, y no en la velocidad en sí. Circular a velocidad uniforme exige menos concentración que maniobrar entre el tráfico, por lo que circular a 120 km/h en una autopista puede distraer más que hacerlo a 30 km/h en ciudad, siempre con los matices vistos arriba.

“En las carreteras rectas se debería poder correr más”

carretera recta pero no por ello más segura

También existe la creencia de que los tramos rectos de carretera son más seguros que los curvos, dado que lo que viene a continuación es más previsible, y que por tanto deberíamos poder acelerar hasta alcanzar velocidades mayores de las marcadas. Pues lo cierto es que no. De hecho, ocurre que las líneas rectas con particularmente peligrosas debido a la monotonía y la confianza.

Una de las premisas de la construcción de carreteras es que no existan muchos tramos rectos a lo largo de muchos kilómetros. ¿El motivo? Si la demanda de atención que exigen las curvas, tendemos a distraernos. La velocidad de cada carretera está determinada por su peligrosidad, y como conductores a menudo no somos conscientes de los riesgos de la monotonía.

 

A menudo se perpetúan bulos de tráfico que afectan a la seguridad vial no tanto por maldad sino por puro desconocimiento de cómo funciona un fenómeno tan complejo como es el tráfico. La próxima vez que te cuenten uno, intenta verificar la fuente y, si es alguno de la lista, pásale este artículo. La información vial es clave para combatir conductas imprudentes.

 

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