Ciclomotor y casco: cuestión de tener cabeza

Josep Camós

27 de mayo de 2008

La última campaña de control del uso del casco, desarrollada entre los días 12 y 18 de mayo, nos pinta un panorama curioso. Se controlaron 72.797 vehículos de dos ruedas, motos y ciclomotores prácticamente al 50%. Al final, resultó que en un 1% de los casos conductores y/u ocupantes circulaban sin casco. 773 casos, de los cuales 533 eran usuarios de ciclomotores. Eso equivale a un 69%.

Respecto a la campaña anterior, cuando se denunciaron 1.089 vehículos (155 ocupantes de moto y 934 que viajaban en ciclomotor), ha habido un incremento en el uso del casco. Buenos resultados, pues, pero parece que el casco todavía molesta en el ciclomotor, cosa que sucede menos yendo en moto. ¿Por qué ocurre esto?

De un lado, hay una diferencia socialmente aceptada entre el uso que se le da a cada tipo de vehículo. Pero sin duda el papel de la formación en cada caso es fundamental también para entender esta disparidad en la falta de uso del casco.

La moto es el vehículo de dos ruedas por antonomasia. Representa la libertad de movimientos contrapuesta al sacrificio que desgraciadamente exige. Es en definitiva un estilo de vida que el conductor elige voluntariamente. Y quienes lo eligen lo practican con todas sus consecuencias, yendo de aquí a allá sin poner límites al camino. Consciente de que le va la vida en ello, el motorista utiliza el casco.

El ciclomotor, por contra, representa el eslabón que media entre la inmovilidad que da el transporte público en nuestro país y la plena movilidad, sea en coche o en moto. Sirve de puerta de acceso para los chavales al mundo de la circulación, pero también es en muchas ocasiones un vehículo provisional con el que se cubren caminos cortos y frecuentes que de otra manera no sería posible cubrir.

El hecho de que el ciclomotor se convierta en una obligación más que en una elección y el hecho de que se utilice para cubrir trayectos cortos sin duda tiene mucho que ver con la falta de uso del casco. Como si en un desplazamiento corto no existiera lugar para una simple caída fortuita, que puede quedar en un susto con el uso del casco o puede acabar en el hospital cuando se viaja a cabeza descubierta.

También existe una cuota de responsabilidad por parte de la Administración en todo esto. La formación que recibe actualmente un conductor de ciclomotor es irrisoria. Es una carrera contrarreloj para encajar un temario y una serie de tests en un cortísimo periodo de tiempo que ni da para que el conductor interiorice los contenidos ni mucho menos para profundizar en ellos. En el manual del futuro conductor de ciclomotores, al uso del casco apenas se le dedica un folio.

Caballito sin cascoY no hay que olvidar un detalle importante. El conductor de ciclomotor se estrena a una edad en la que lo que importa es hacer lo que hacen los colegas. Por mucho que le digan las campañas de concienciación, si lo que está de moda es llevar el ciclomotor con el casco a modo de chichonera, así lo hará todo el grupo. Hasta que uno de ellos se parta la cabeza y el resto se pongan el casco de golpe. O bien determinarán que el colega se mató porque era un pringao, que todo puede ser. Ya se sabe que las personas somos especialistas en pensar eso de «a mí no me pasará».

Casco en codoEn cualquier caso, tiene que ser el mismo conductor el que tome conciencia de su propia seguridad y hacer de su uso algo aceptado en el grupo de colegas. Mientras el casco se perciba como un engorro impuesto por los demás o como un elemento ornamental para lucir en el codo, no hay nada que hacer. El cambio tiene que impulsarse desde dentro, por pura convicción. Si no, no pasará de ser un mero «me lo pongo pa que no me multen».

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