Carriles estrechos ante la falta de previsión en la carretera

Victoriano Flores Corzo

28 de septiembre de 2013

La carretera nos puede dar alguna que otra sorpresa porque son muchos los usuarios que la comparten. Desde caídas de carga (mercancía remolcada, mal acondicionada, que cae a la calzada) o piezas de vehículos desprendidas como, por ejemplo, trozos de neumático o llanta de ruedas durante la circulación, a nuestro paso, son circunstancias que pueden dar lugar a que algunos conductores, ante la falta de experiencia, previsión y reacción, sufran cualquier siniestro vial.

Ante un elemento u obstáculo en nuestro carril, poco podemos hacer cuando circulamos de noche, la circulación es densa, calzada mojada o tenemos poco espacio para realizar con éxito una maniobra evasiva. Si, a esto, añadimos la estrechez del carril por el que circulamos sin meternos en camisa de once varas para no complicar más la situación como, por ejemplo, una calzada con dos carriles y de doble sentido de circulación, puede que no sólo nos sorprenda cualquier obstáculo sino que también asumamos las consecuencias del impacto.

Un carril no es una línea recta sino más bien una franja de terreno delimitada mediante líneas pintadas en el suelo de forma continua o discontinua y que está pensada para el uso de vehículos y con anchura suficiente para poder circular en fila. Pero… ¿qué ocurre si el carril es estrecho?

¿Servidumbre o incertidumbre?

Las consecuencias de una colisión durante la conducción de nuestro vehículo contra cualquier obstáculo asumido, es decir, cuando se hace inevitable el impacto y no nos queda otra que superarlo pasando por encima de dicho obstáculo, puede ocasionarnos, independientemente del tamaño del obstáculo, daños materiales en nuestro vehículo o en la vía, incluso, daños personales debido al factor sorpresa. Todo dependerá del grado de atención, velocidad que llevemos y, sobre todo, del espacio que tengamos para maniobrar.

La maniobra evasiva errónea, asumida o no, depende en cierta medida de la capacidad para resolver con éxito cualquier conflicto y no cabe duda de que la anchura del carril puede darnos un margen de maniobrabilidad compatible con el resto de espacio disponible para el resto de usuarios. De ahí, que la anchura del carril influya en cualquier situación de conflicto, en base a que la limitación de espacio (cuando vamos en línea recta) dependerá más del factor velocidad que de la distancia disponible para poder detener con tiempo suficiente el vehículo.

La capacidad de maniobra durante la conducción supone no sólo valorar cualquier situación de riesgo sino también asumir, por parte del conductor, la posibilidad de maniobra contando con las circunstancias que rodean a la conducción. Es decir, no es lo mismo conducir con tráfico fluido que denso, por ejemplo, donde la distancia de seguridad es primordial para evitar las colisiones por alcance. Pues bien, para el mismo caso podría aplicarse si circulamos por una carretera con carriles estrechos o carreteras sin arcenes y donde es probable encontrarse con ciclistas o vehículos que circulan a una velocidad lenta.

El carril estrecho provoca el ángulo muerto

El carril de una calzada adaptado o modificado para soportar un nuevo carril como, por ejemplo, tras la creación de una vía ciclista con la eliminación del arcén, puede que no tenga en cuenta otros factores de riesgo como puede ser la limitación de anchura dando lugar a las colisiones laterales tras los desplazamientos de vehículos dentro de la calzada para efectuar, por ejemplo, un adelantamiento o salvar un obstáculo.

El espacio restado a nuestro carril digamos que se lo restamos a nuestra capacidad de maniobra y en, consecuencia, cerramos el ángulo de visión que tenemos disponible a través de los retrovisores de nuestro vehículo.

En definitiva, la distribución de carriles de cualquier tramo de calzada debe contar con la anchura de los vehículos que más circulan por esa vía ya que la adaptación de carriles a costa de la eliminación de arcenes, por ejemplo, da como resultado el aumento de conflictos entre corrientes de circulación y, por tanto, la aglomeración y efecto embudo entre vehículos, es decir, todo lo contrario a la fluidez. Sin embargo, la fluidez que permite un carril ancho y ajustado al tipo de vehículo, contando con arcenes libres, además de no restar intensidad de circulación, permite una circulación más segura.

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