Uno de los primeros recuerdos de infancia (bueno, quizá de adolescencia) que tengo en cuanto a la seguridad vial, desde el punto de vista del conductor (de pequeño te machacan sobre todo el punto de vista del peatón, obviamente) se remonta a cuando mi hermana mayor acababa de obtener el carnet y solía comentar el miedo que le daba ir a la capital de provincia, por el tráfico que había. Además, aún no la conocía demasiado. Siempre decía el estrés que le producía callejear por una ciudad desconocida.
Quizá alertado por sus dificultades, años mas tarde decidí invertir y solicitar una practica triple de forma que hubiera suficiente tiempo para hacer el camino hasta la gran ciudad y dar unas cuantas vueltas por allí. Quizá fue un derroche, pero lo cierto es que dio sus frutos. De hecho, una vez tuve el carnet provisional y cuatro ruedas a mi nombre, el segundo día que lo cogía ya fue para ir a la gran ciudad. Fue estresante, cierto, pero me alegra decir que no tuve demasiados problemas.
Ahora que han pasado incluso más años, ir la metrópolis ya ha perdido gran parte de sus misticismo viario. Sobre todo porque ya no es una gran mole de cemento y asfalto desconocida. Incluso, por trabajo, sufrí sus atascos a diario durante una temporada. No obstante, parte de esa sensación de antaño sigue estando presente cuando, ocasionalmente, me veo en la tesitura de circular por las calles de una ciudad diferente, desconocida.
Obviamente, hay diferencias entre lo que siente un novato cuando va a la urbe, y la situación de un conductor que ya no lleva L desde hace años (no quiero decir «conductor experimentado», ya que nunca se tiene la suficiencia experiencia).
Cuando uno es novato, le inundan temores como «se me calará en ese semáforo«, «ojalá no me tenga que quedar parado en una cuesta» o «a ver si esta vez no rallo la puerta con la columna al aparcar«. Quizá uno debería preocuparse por cosas más peligrosas que esas, pero eso es tema para otra ocasión.
Sea como fuere, el caso es que cuando uno ya lleva unos cuantos kilómetros en la chepa esas inseguridades, en principio, han pasado a mejor vida. Cualquiera puede calar el coche en un momento dado, o realizar una maniobra no del todo precisa, pero creo que estaréis de acuerdo conmigo cuando digo que con los años esas preocupaciones se ven mitigadas.
Sin embargo, el factor de la ciudad desconocida sigue estando presente cada vez que circulamos por territorio inexplorado. Eso nunca cambia.
Permitidme que me rasque un poco el ombligo y os cuente mi experiencia personal al respecto. Hace unas semanas ya os conté mi travesía invernal por los Monegros. Obviamente, el objetivo del viaje no era comprobar que podía escapar de los brazos de Morfeo durante la soporífera travesía desértica. El destino era pasar un par de días en la hermosa capital maña.
Sin duda, alguna de nuestros comentaristas más ilustres que tiene a bien visitar Circula seguro nos podrá contar todos los pormenores del tráfico diario de la ciudad, pero a mi personalmente Zaragoza no me pareció excesivamente complicada en este sentido. Sobre todo, en comparación con la ciudad condal a la que, desde aquella práctica triple, me he ido acostumbrando.
No obstante, el simple hecho de circular por un lugar desconocido tiene un nosequé que provoca que la situación no sea tan relajada como normalmente. Supongo que tiene que ver con el plus de atención extra que uno debe prestar para intentar orientarse en un mar de estímulos visuales desconocidos.
Supongo que ese es el quid de la cuestión. Además de las condiciones habituales del tráfico rodado en una gran aglomeración de personas, se une el hecho de tener que prestar una atención extra para formarse un mapa mental de la zona. Ese mapa mental es realmente lo que marca la diferencia, en este caso.
Cuando uno se mueve por su ambiente habitual, tiene cierta idea (probada y justificada) de dónde está cada cosa. Incluso cuando el destino es una calle o lugar concreto por el que no solemos pasar, el hecho de estar familiarizados con la zona general facilita mucho el trabajo. Puede que no conozcas exactamente la calle X, pero sabes que está entre la W y la Y.
Además, algo muy importante, conocer la zona da la oportunidad de generar fácilmente un plan B. Del estilo «ah, por ahí no era… debe estar más abajo. No pasa nada, doy la vuelta por la rotonda Z y seguro que me lo encuentro«. Puede que parezca una chorrada, pero aunque sea inconscientemente, saber que siempre hay una salida proporciona el sosiego necesario para que nos podamos centrar realmente en la conducción.
Si algo así ocurre cuando nos toca callejear por una ciudad desconocida, necesitamos un cartel que nos salve como agua de mayo. Un cartel que no siempre está ahí. En la mayor parte de los casos acabaremos conduciendo perdidos. Lo cual en el mejor de los casos significa quemar combustible dando vueltas sin sentido. En el peor de los casos, es un campo sembrado para las distracciones.
¿Cómo se soluciona esta situación? Bueno, si una ciudad es desconocida, pues… es desconocida. La única forma de conocerla es conducir por ella. En definitiva, siempre vamos a acabar viéndonos en la tesitura de circular por una zona que no conocemos.
Podemos mitigar la problemática aglutinando toda la información previa que podamos. En ese sentido, las páginas web con mapas detallados, con incluso fotos de todas las calles, son una herramienta a utilizar para construirnos un primer mapa mental de nuestro destino. No son un substituto a la experiencia real sobre el terreno, pero nos pueden sacar del apuro. Por supuesto, nunca está de más tener en la guantera un mapa en papel por si necesitamos reorientarnos (incluso si tenemos móvil o GPS… al mapa impreso seguro que no se le acaban las pilas).
Al final, como tantas cosas en Seguridad Vial, lo más importante es la actitud que tome uno ante la situación. Ir preparado mentalmente, tomárselo con calma y primar la seguridad en la conducción puede evitar que el estrés y el cansancio de callejear por una ciudad desconocida se acabe convirtiendo en una situación peligrosa.
Porque, insisto dos y mil veces, como en la mayoría de circunstancias viales, la seguridad vial está en nuestra actitud.
Fotos | Jakob Montrasio, ArtBrom, Thienzieyung,
Estas son las medidas que puedes llevar a cabo para mejorar la seguridad de los más pequeños en coche
Los traumatismos debidos al tránsito son la principal causa de mortalidad entre los niños y los jóvenes de 5 a 29 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Garantizar la seguridad de los más pequeños es siempre importante, sobre todo cuando se trata de...