Barro, lluvia, viento, granizo… En otoño conecta tu sentido común

Esteban Viso

16 de octubre de 2014

Todos los conductores llevamos de serie un dispositivo de seguridad activa que se llama sentido común. Algunos parece que lo lleven desconectado, pero queremos pensar que, cuando es necesario, todo el mundo lo conecta. Y en el otoño, con el mal tiempo, lluvias, granizo, bajada de temperaturas… hemos de extremar las precauciones a la hora de conducir por cualquier entorno, desde la ciudad, pasando por las carreteras secundarias, e incluso a lo largo de nuestros miles de kilómetros de autovías.
No es necesario salir con miedo de casa, porque circulamos en coches seguros y sabemos que en ciertas condiciones no se puede tentar a la suerte, pero sí conviene salir de casa con los deberes hechos y con la predisposición correcta, esa que prefiere aflojar un poco la marcha antes que tomar el riesgo de encontrar un obstáculo «ahí delante», donde ya no se ve nada. Por eso, para conducir en otoño tenemos que reforzar una serie de pautas que aumentarán nuestra seguridad y harán que circulemos más tranquilos.

Revisiones y puesta a punto

Siempre recordamos la importancia de las revisiones y el mantenimiento, porque es una forma de asegurar que el coche cumple unos mínimos de seguridad. Las revisiones anuales deberíamos pasarlas puntualmente, realizar los cambios de aceite cuando tocan, revisar líquidos en general, comprobar escobillas, comprobar presiones y los neumáticos (y además sabes que te pueden sancionar si su estado es penoso), que tras un seco verano y muchos kilómetros puede que necesiten un vistazo, o un cambio. Deberíamos revisar las luces, que todas funcionen y que estén bien calibradas. Todo esto deberíamos hacer cuando empieza a notarse la presencia del otoño.
El mantenimiento tiene un coste que se nota especialmente al ver la factura. Es evidente que si estiramos un poco ese mantenimiento tendremos esos euros bien calentitos en el bolsillo ahora, pero también es cierto que invertir en ese necesario mantenimiento nos ahorra un percance de mayores dimensiones económicas. Y sí, de nuevo estamos hablando de probabilidades, de que es posible que no pase nada… Pero, ¿y si pasa? ¿Podemos asumir esa responsabilidad, no ya para con nosotros, sino para con los demás, incluyendo nuestra familia? Creo que lo lógico es responder que no a esa pregunta.

Precaución y anticipación

Ante el mal tiempo debemos ser cautos y saber cómo funciona el coche, y cómo reaccionamos nosotros, como humanos. Sabemos que el coche, perdón, los neumáticos, pierden adherencia en superficies deslizantes y con mucha agua podemos sufrir aquaplaning. Perderán más o menos según sean mejores o peores en agua, pero la pierden con respecto al asfalto seco. Y sabemos que, de menos a más, y casi siempre, pierden adherencia en agua, en agua con el suelo frío, en barro, en nieve y en hielo. Y sabemos adecuar nuestra velocidad cuando vemos esos elementos sobre el asfalto. Pero, ¿y si no los vemos y los encontramos de repente?
Ahí entra el sentido común, ese que nos dice que en determinado tramo es probable que haya barro, en parte porque siempre que llueve «así», hay algo de barro sobre la carretera; nos dice que con este frío y habiendo llovido anoche, seguro que tras ese puente hay hielo en la sombra; nos recuerda que en ese tramo de autovía se forma una pequeña balsa de agua cuando llueve de esta manera, y por eso nos apremia a pasar con cuidado. El sentido común no suele dejar que lleguemos al punto conflictivo, nos avisa antes de que tengamos cuidado. Hagámosle caso este otoño.
Foto | Toni Verd