Voy a compartir con vosotros algo de lo más sorprendente que si este fin de semana. Yo estaba en una estación de servicio, con la manguera en la mano dando de comer a mi vehículo (algo que, por desgracia, pasa demasiado a menudo). A lo lejos, empecé a escuchar como se acercaba un ruido que no podía identificar. Era como si alguien estuviera pasando un rastrillo por el asfalto.
Al cabo de unos segundos, el ruido pasó por mi lado. Entonces, lo pude ver: un coche con una rueda completamente desinflada y desllantada avanzaba, penosamente, a mi lado. Pasó entre mi vehículo y el surtidor contiguo, pero no se detuvo.
Fue directamente a la caseta de cobro. Hay que decir que era una de esas gasolineras modernas donde, en vez de ir a pagar a pie, uno avanza con el coche hasta una cabina similar a un peaje después de llenar el depósito. Estupefacto, pude ver como el joven conductor del vehículo en cuestión hablaba unos segundos con la cajera, seguramente para convencerla que la dejara pasar ya que no había repostado.
Una vez, la amable señorita encargada de extraer el dinero de las cuentas corrientes de los conductores hubo certificado que no había nada que cobrarle, permitió que el vehículo continuara su penosa marcha. De nuevo, se escuchó un estridente ruido como si alguien quisiera cortar el asfalto con un cuchillo gigante sin afilar. Yo, no daba crédito a mis ojos: ¿dónde irá?
Mi pregunta no tardó en obtener respuesta. Iba al compresor de aire, con la lógica intención de inflar su rueda. Por esas cosas del diseño inteligente, es necesario pasar por la caseta de cobro para poder acceder a él, así que el curioso trayecto que acababa de presenciar era poco menos que imprescindible.
A estas alturas, yo ya estaba en el patíbulo la caseta de cobro, saldando cuentas. No puedo decir que no siento cierta empatía por la escena que se desarrollaba a pocos metros de ahí. Un chico y una señora, probablemente su madre, visiblemente nerviosos, tomaban la manguera de aire y la conectaban a su desahuciada rueda delantera derecha.
La mujer mantenía apretada la boquilla contra la válvula de la llanta, mientras que el chico apretaba el botón verde de la máquina. Así estuvieron un buen rato, aunque era evidente la inutilidad de la maniobra. La cubierta neumática no estaba en su sitio, el flanco interior se había salido del zócalo de la llanta, desmontando por completo la rueda.
En otras circunstancias, ver aquello podría haber incluso parecido un gag de humor. Pero, la verdad, es que no es muy divertido ver a gente tan nerviosa. Sobre todo, cuando algo así le puede pasar a cualquiera, en cualquier momento… Bueno, al menos a cualquiera que no tenga una rueda de repuesto en condiciones.
Mientras la cajera me devolvía la tarjeta de débito con que había saldado mi deuda con la empresa petrolífera, la madre del conductor por fin se dio cuenta que, de esa forma, no iban muy lejos. Dijo «no sirve de nada, va al aire, va al aire». Y es que, desde que existen los neumáticos tubeless (sin cámara de aire), es necesario que la cubierta esté bien encajada para poder inflar la rueda.
Cuando ya empezaba a marcharme, vi como el chico cogía del maletero el típico gato que (¿casi?) llevamos todos. Supuse que la intención era levantar el vehículo para poder colocar la cubierta a sitio. Cosa que me pareció bastante difícil sin las herramientas adecuadas. Ya no pude ver como terminaba la historia, no me iba a quedar a mirarles comiendo palomitas, pero deseé que lo pudieran solucionar de la mejor forma posible.
Hasta aquí, todo lo que vi con mis propios ojos. Así fueron las cosas y así las he contado. Ahora, entremos en el terreno de la especulación.
Por el simple hecho que tenían la intención de inflar la rueda, sospecho que creían que no estaba pinchada, sólo desinflada. Así que, a lo mejor, habían desllandado (por ejemplo, con un golpe contra el bordillo).
Aunque yo me inclino por esta otra hipótesis: habían cambiado la rueda por la de repuesto tras sufrir un pinchazo, pero se habían dado cuenta que el neumático de emergencia no estaba bien presurizado, por lo que fueron hasta la gasolinera más cercana. Creo que esta es la hipótesis más creíble, ya que la llanta de la rueda desinflada era diferente al resto.
De ser así, la rueda de repuesto debía estar realmente muy desinflada para que la cubierta se haya salido de esa forma. De hecho, pude ver como la goma iba de lado a lado de la llanta al tomar una curva, así que imagino que esa fue el motivo de que se les saliera en primer lugar.
Sea cual fuere la causa, una cosa es bien clara: no habrían pasado por ese mal trago si hubieran tenido una rueda de repuesto en condiciones. O, al menos, uno de esos kits modernos que permiten reparar los pinchazos para llegar hasta un lugar donde cambiarla.
Otra moraleja importante: Si no queremos cantar la balada del neumático desinflado, es imprescindible asegurarse que la de recambio siempre está a una presión similar a la del resto de ruedas. Incluso una algo superior, para compensar la pérdida de aire que paulatinamente sufrirá en el maletero. Quizá no es necesario comprobar la presión de la rueda de recambio cada vez que miremos el resto de ruedas (que debería ser una vez al mes), pero sí que estaría bien hacerlo cada dos o tres veces que vayamos.
Porque, aunque a estas alturas ya debería ser de pero grullo, para hacer su trabajo las ruedas necesitan estar infladas a la presión indicada por el fabricante del vehículo, más o menos. que la rueda de repuesto supla a una de las titulares, entonces es imprescindible que esté bien inflada. Lógico, ¿no?
Fotos | Wm Jas, popsique, neoliminal