Hoy en día ya no se oyen, salvo excepciones contadas con una mano, aquellas historias fantasma sobre muertes y destrozos causados por el cinturón de seguridad. Recuerdo con especial interés el caso del hijo de quien fue mi primer jefe, lejos yo aún de la seguridad vial. Reventó una rueda delantera, bajó un precipicio y quedó vegetal. El médico culpó al cinturón de seguridad como responsable de la lesión medular: ha seccionado a la altura de C5, tetraplejia por necesidad.
A mi jefe de entonces nadie le quitará ya de la cabeza que el cinto destrozó la espalda de su hijo. Por eso nunca le he visto usarlo, sin importarle las multas que le van cayendo. Probablemente lo que este doctor quería decir, porque no dudo un ápice de su buen hacer y su experiencia en casos de atención urgente en accidentes de tráfico, es que el cinto agravó las lesiones e incluso produjo la más grave de todas ellas. Pero no por el hecho en sí de llevar el cinto, sino por llevarlo mal regulado y mal colocado. Algo que parece tan obvio y que se estudia de pasada en las clases teóricas, se convierte luego en algo peligroso, algo en lo que nadie repara por la fuerza de la costumbre.
¿Aprendemos a colocarnos el cinturón… de nuevo?
El primer paso para un correcto uso del cinto es mantener una postura correcta dentro del habitáculo. Sin ese precepto, es imposible pedirle al cinturón que nos proteja. Además es sumamente importante evitar las fundas que cubren los asientos, las cuales acabarían restando efectividad a la correa que nos une con la vida.
Una vez posicionados correctamente, tendremos que abrocharnos el cinturón tal y como hacemos a diario, sin darle más importancia al asunto. A partir de aquí iremos puliendo los detalles. Por ejemplo, la banda torácica debe pasar sobre nuestra clavícula, sin acercarse ni rozarnos el cuello. Para esto podemos usar el regulador vertical de altura, aunque no siempre sirve. En caso de que, aún con esas, siguiera sin estar bien colocado tendríamos que mover el asiento, buscando tres cosas: que no perdamos visibilidad al cambiar de posición, que la postura sea correcta y cómoda para retrasar la aparición de la fatiga y que el cinturón quede bien colocado. Pero, ¿qué ocurre si tampoco así nos queda bien?
Este último caso se produce especialmente en personas bajitas, en aquellos que tienen sobrepeso y en las mujeres de grandes pechos. Por la forma física del conductor el cinturón no puede cumplir su cometido en condiciones y siempre queda mal. Suponiendo que podamos cambiar o estemos adquiriendo un coche, habrá que buscar cuál nos viene bien. No son recomendables los coches de tres puertas para esta franja de población, puesto que suelen tener las puertas más alargadas y sus tensores están más atrás, lo que implicará que el cinturón suba con más frecuencia a tocar el cuello. Algunos vehículos, como los derivados de turismo y las furgonetas mixtas adaptables pueden resultar mejores en ese aspecto, ya que por la colocación y postura del puesto de conducción facilitan que la banda pase por el hombro, tal como debiera.
Si como la gran mayoría de habitantes no puedes cambiar de coche como de ropa interior, visita tu taller de confianza y coméntales tu caso. Seguro que pueden colocarte un tensor externo homologado que obligue al cinto a adoptar una buena postura.
No se trata de comodidad solamente, sino de seguridad. Una almohadilla para evitar que el cinto roce tu cuello no va a solucionar el problema. Si tienes un accidente y la correa se tensa probablemente acabe rompiendo tu tráquea y lesionándote gravemente las cervicales (recuerda que cuanto más arriba se produzca una lesión de médula, más graves serán sus consecuencias).
Los cinturones de seguridad de tres puntos de anclaje han demostrado en numerosos estudios que pueden reducir sensiblemente tanto el número y gravedad de las lesiones como el número de fallecimientos sufridos por los ocupantes de un vehículo en caso de accidente. Las ventajas de su uso compensan con creces sus potenciales problemas.
INTRAS (2007, 2ª Ed.)
Programa de Intervención, Sensibilización y Reeducación Vial.
Madrid: Dirección General de Tráfico.
Sin embargo, los males ocasionados por el mal uso del cinturón no dependen especialmente de la cinta torácica, sino más bien de la parte abdominal. Nos la colocamos sobre la tripa, a la altura de la vejiga y de forma tal que queda paralela a la espalda. Esto provoca un destroce interno considerable, ya que comprime las vísceras provocando una igualdad de presión en todas ellas (principio de Pascal), con la posibilidad de acabar en serios desgarros y hemorragias internas.
La banda abdominal debemos colocarla sobre las espinas ilíacas. ¿Qué es eso? Túmbate boca arriba y mete tripa (no te estoy llamando gorda), lleva tus manos a esos huesos que hay en las caderas y sobresalen justo bajo tu abdomen y antes del comienzo de los muslos. Se ve bastante claro en la imagen.
Por tanto, coloca la banda abdominal ahí y paralela, cuidado, no a la espalda, sino a los muslos. Sólo así podrá el cinturón retener con seguridad para nuestro cuerpo la inercia con la que saldremos despedidos en caso de accidente (entre 20 y 50 veces nuestro peso corporal). Para las mujeres embarazadas está desaconsejada esta manera de colocarse el cinto, ya que por la situación y la naturaleza de su estado puede ocasionar desgarros uterinos y traumatismos fetales. Si estás embarazada, coloca el cinto de la misma forma que he indicado pero sobre la raíz de tus muslos.
En cualquier caso, evita el uso de cojines y pinzas: no merece la pena jugarte la vida y menos todavía poner en peligro la de quienes viajan contigo. Porque si no usas el cinturón, te convertirás en un proyectil que causará más daño que el propio accidente en sí. De tí depende.
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