Agresividad al volante, ¿síntoma de inseguridad?

Josep Camós

7 de febrero de 2010

Uno de los asuntos del mundo del volante que siempre me ha llamado la atención es la *violencia vial.* Me fascina ver aspavientos y escuchar gritos y pitadas. Me pone de mala leche, sí, pero es un comportamiento que me llama poderosamente la atención. Tanto es así, que desde hace mucho tiempo me pregunto por el motivo de tanto mal rollo lanzado a través de un cristal.

Por razones de mi profesión, a diario tengo *multitud de ocasiones* para contemplar cómo el ser humano emplea el coche para expresar sus frustraciones en forma de *bronca hacia los demás.* Y si el destinatario de la bronca es un ser que se encuentra en inferioridad de condiciones, como le suele ocurrir a las personas que están aprendiendo a nadar con un coche en un mar repleto de tiburones, tanto mejor.

Y estoy yo reflexionando acerca de esta cuestión cuando, mira tú por dónde, me llega una nota de la revista Travesía en la que *Luis Montoro,* catedrático de Seguridad Vial, presidente de Fesvial y muchas cosas más, habla de la *agresividad en el tráfico.*

Violencia

Suele decir Montoro que conducimos de la misma manera que somos fuera del coche, y en este artículo sobre la violencia vial habla de algunos *condicionantes* que llevan a la persona a transformarse en un ser agresivo en cuanto se sienta al volante. Repetirlos aquí sería robarle protagonismo a un texto original que es imprescindible leer, por lo que abordaré un punto que no se recoge en la reflexión de Montoro, no sé si por razones de espacio o simplemente porque no es correcto, que al fin y al cabo yo no soy psicólogo ni experto en la materia. En cualquier caso, es una idea que creo pertinente desde mi punto de vista como formador vial.

Siempre he pensado que el ser humano está lleno de *miedos e inseguridades.* No creo que esto sea una simple proyección de mí mismo sobre los demás, sino que realmente reconozco la inseguridad en el otro de la misma forma que a veces la veo en mi persona. Sé que no soy perfecto y siento miedo de enfrentarme a una situación que me supere. Inseguridad en estado puro.

En ocasiones esa inseguridad se manifiesta en forma de titubeos, dudas y vacilaciones. Pero el puesto de conducción de un vehículo requiere de una enorme *claridad de ideas* y de una extraordinaria agilidad en la *toma de decisiones.* Por eso, en un coche la inseguridad es un verdadero problema, y mucho mayor todavía si en mi camino me toca convivir con un conductor aparentemente seguro de sí mismo que no empatiza con la situación de un conductor vacilante.

Hay situaciones, sin embargo, en las que esa inseguridad se me presenta con una *apariencia distinta.* Y esto es así porque mucho de lo que hace el ser humano a lo largo de su vida social es construir estructuras que le permitan minimizar o esconder, según el caso, esos miedos e inseguridades bajo una *fachada de aparente seguridad.* Llevado al extremo, ese recurso no es más que la aplicación práctica del refrán que dice aquello de «dime de qué alardeas y te diré de qué careces».

Acabáramos. *Desconfío del conductor que se cree seguro* y a salvo dentro de su particular jaula de chapa y cristal porque cuanto mayor es el grosor de su fachada mayor es su miedo ante una posible pérdida de dominio de la situación.

¿Qué ocurre cuando un conductor se siente inseguro? Que se siente mal. ¿Y qué ocurre cuando un conductor que antepone una fachada de aparente seguridad ve cómo tiembla esa fachada? Que se siente amenazado. ¿Y cómo reacciona un ser humano cuando se siente amenazado? Démosle a este conductor una buena dosis de estrés mal canalizado y obtendremos la respuesta obvia: *reaccionará de forma violenta.*

Pero, ¿cuál puede ser la razón de esa inseguridad en el mundo de la circulación?

Quizá pensar que llevamos un cacharro entre manos que no necesariamente nos va a responder como nosotros esperamos y en el momento que nosotros queremos, o a lo mejor sentir que existe una cierta *incertidumbre* sobre lo que hará el otro cuando nosotros pasemos junto a él. A saber cuál es la razón. La circulación es tan y tan compleja que da para un sinfín de sentimientos. Que levante la mano aquel que nunca haya sufrido siquiera un titubeo ante una situación que se le antojaba compleja.

¡Cómo! ¿Veo una mano alzada ahí al fondo?

Conductor que te sientes segurísimo de lo que haces y orgullosísimo de tu forma de llevar el coche, conductor que tocas el claxon de forma frenética cuando el de delante duda al entrar en una rotonda, conductor que no soportas las vacilaciones de los demás, a ti me dirijo. Esto de la inseguridad encubierta es como lo de los Alcohólicos Anónimos: el primer paso es reconocerlo. Así que… ánimo y abajo con las fachadas de aparente seguridad, que con ellas caerá buena parte de la violencia vial.

Artículo de Luis Montoro | Revista Travesía

Foto | Miqul, Polina Sergeeva