Acción del conductor incívico, reacción del animal

Josep Camós

8 de septiembre de 2009

Si hay unos posts que triunfan en Circula Seguro, esos son las anécdotas vividas a los mandos de un vehículo. Su éxito no se debe normalmente a una gran originalidad que encontramos en las situaciones que narramos, sino precisamente a todo lo contrario: La verdad es que cualquiera puede identificarse con nuestras historias. No suele faltar el comentario del lector que me da la razón en lo que ahora estoy diciendo: «En tal sitio me hicieron a mí una jugada como la que estás contando». Es habitual además la reflexión: «Si todo el mundo tuviera un comportamiento más cercano a la seguridad vial, nos ahorraríamos más de un disgusto». Y finalmente suele aparecer la queja / pregunta retórica: ¿Por qué el resto de conductores tienen que comportarse así?

En principio, buscarle una justificación al conductor incívico es un error, más que nada porque tras la justificación viene la legitimación de los actos que se le ocurra cometer. Pero también es cierto que un conductor ágil y seguro tiene entre sus virtudes la empatía, que será a su vez la base para prever las acciones de los demás. Aclarado esto, hay muchas causas por las que un conductor reacciona con violencia ante sus semejantes. Su tendencia al riesgo, su aprecio o desprecio por la vida de los demás, sus capacidades generales como conductor… y la forma que tenga de reaccionar cuando se vea superado por las circunstancias. De eso hablaremos hoy.

Aunque primero os invito a que veamos unos dibujos animados para entrar en situación:

¿Somos Jeckyll como peatones y nos convertimos en Hyde al sentarnos en el coche?

La Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial desarrollada en 1990, la primera ley global que tuvimos en materia de Tráfico, nos habla del conductor como esa «persona que maneja el mecanismo de dirección o va al mando de un vehículo, o a cuyo cargo está un animal o animales». Claro, que el problema de fondo es que la Ley y los ciudadanos olvidamos con frecuencia que el conductor, la persona, es también un animal. Más o menos civilizado, pero animal al fin y al cabo.

¿Cuán animal es el conductor? Depende. Los psicólogos definen la conducción (quizá hablar de «la circulación» sería más exacto) como una actividad compleja, en la que la persona debe percibir los estímulos que le llegan de su entorno, seleccionar aquellos que más le interesan, compararlos con su bagaje, elegir una respuesta adecuada al estímulo dependiendo de la situación y ejecutarla exitosamente en el menor tiempo posible.

Hum… Sí que suena a actividad compleja, sí.

Esa actividad la realiza el organismo, principalmente el sistema nervioso y el aparato locomotor coordinados por el cerebro. Pero nuestro organismo tiene la costumbre de no realizar una sola actividad sin emitir una factura. En el caso de una actividad compleja como es la circulación, la factura se mide sobre todo en fatiga física e intelectual. Cuando la complejidad de la circulación supera el nivel que puede dar de sí la persona que está al mando del vehículo, cae la parte más compleja de la actividad, la que realiza el pensamiento, y queda a los mandos del vehículo un individuo mermado, cuyas reacciones serán primitivas, básicamente las mismas que podría tener un mono del zoológico (con perdón de nuestros hermanos primates) con un poco de entrenamiento.

Hombre y animal a los mandos de un vehículo

Los documentales de animales que según los audímetros todo el mundo ve nos enseñan claramente que cuando un animal se siente atacado reacciona con violencia, ya sea para huir o para repeler el ataque con un ataque mayor. En la carretera, de un conductor superado por las circunstancias sólo podemos esperar una conducta violenta, del todo animal y nada educada. Dicho de otra forma, quien se muestra agresivo al volante se está viendo sobrepasado y atacado, y responde de la única manera que le permite su organismo: realizando una acción que a su vez es una reacción del todo impulsiva. Como todo en esta vida, la sensación puede tener mayor o menor grado: no será lo mismo sentirse inseguro que experimentar miedo al volante o llegar a la amaxofobia.

¿Qué es lo que hace que un conductor se vea sobrepasado? Por un lado, puede que sus conocimientos o sus habilidades no estén lo suficientemente desarrollados. Un conductor novel, por ejemplo, lo pasa realmente mal cuando ve que los demás le fríen a pitadas por no circular a una velocidad adecuada a las circunstancias de la vía. Un abuelete que tiene que abordar una rotonda saturada de tráfico puede no ver el momento idóneo para irrumpir en ella. En ambos casos, la respuesta animal puede saltar en cualquier momento: acelerar torpemente para huir de la situación o solucionar el conflicto de cualquier manera sin pensar en las consecuencias serían reacciones habituales.

También puede suceder que las circunstancias ajenas a la conducción se abran paso en la mente del conductor y lo distraigan de su actividad principal: el manejo del vehículo. Pongamos un caso muy próximo: la crisis económica y sus repercusiones en el día a día del ciudadano. Un conductor que se ha quedado en paro, con dos hijos y un banquero a los que mantener seguramente se verá superado por cualquier eventualidad del tráfico, simplemente porque su cerebro no está ahí. ¿Qué reacciones tendrá? Seguramente le bastará una chispa para explotar por completo. La agresividad estará garantizada.

Como dije al principio, no se trata de legitimar la agresividad de nuestros compañeros de viaje, sino de comprender mínimamente el mecanismo por el que un conductor se convierte, como Goofy en esos dibujos animados, en un verdadero animal al volante. La simple inseguridad de no saber cómo reaccionará la máquina a nuestro requerimiento puede convertirse (y de hecho para muchas personas es una causa fundamental) en un motivo para el estrés. Al fin y al cabo, sabemos que si nos equivocamos cuando caminamos lo máximo que puede suceder es que perdamos el equilibrio y nos caigamos al suelo. Sin embargo, un fallo similar a bordo de un vehículo puede acarrearnos un disgusto mucho mayor. Y tener este dato en la cabeza, cuando no dominamos correctamente nuestro vehículo, nos estresa.

Pero hay otro tipo de inseguridad derivada de la conducción que también nos puede volver agresivos incluso a quienes tenemos muy claro nuestro sentido de la seguridad vial. Es la inquietud causada por la conducción de los demás. Ir pendientes de la conducción de los demás es un deber del conductor ágil y seguro. Sin embargo, en el momento en que la observación de los demás nos inquieta y nos hace reaccionar violentamente, con mecanismos de huida por ejemplo, hemos caído en el mismo error que los conductores que tantas anécdotas nos brindan para el blog. Si somos conscientes de cómo funciona la respuesta animal, podremos luchar por seguir siendo conductores humanos, sea cual sea la situación que nos rodea.

Y si nos vemos sobrepasados por las circunstancias, siempre será mejor buscar un buen lugar para hacer un alto en el camino y descansar, ¿verdad?

Vídeo | humbris (Gracias, LouRDeS)

Foto | Ricky Flores, mrflip

En Circula Seguro | Quitarse de encima el estrés a la hora de conducir