La semana pasada me vi en la tesitura de tener que ir a un supermercado, en las afueras del pueblo. Aproveché la singular ocasión para detenerme unos instantes en la gasolinera local, con la intención de comprobar la presión de mis neumáticos. Era el momento ideal: al ser un trayecto corto, el gas en el inferior de las ruedas seguía a temperatura ambiente.
Es el ritual de cada mes, más o menos. Para mi, es importante asegurarme que los únicos puntos de apoyo del coche con el pavimento están en forma.
Esta vez, al pasar por detrás de mi vetusto vehículo para acceder a la rueda trasera izquierda me dio pena pensar en la quinta rueda, la que vive encerrada en el maletero. Y decidí que le haría una visita, también tiene derecho a ser revisada de vez en cuando, pobrecita ella.
Debo reconocer que hacía bastante tiempo que tenía la rueda de repuesto desatendida, así que me esperaba que andara baja de bares. Pero me sorprendió mucho ver que el manómetro marcaba un rosca como una casa.
Es decir, la rueda había igualado su presión con el aire circundante. Si la hubiera necesitado en ese momento, me habría dado igual poner esa rueda o un globo de plástico infantil inflado con los pulmones de un fumador asmático y acatarrado de 97 años.
Sin duda, no es lo mismo una rueda libre que una que sostiene el peso de un vehículo. Si la hubiera montado en esas condiciones, al recaer el peso de el vehículo sobre ella, la cubierta se habría deformado, haciendo que el aire interior disponga de menos lugar. De esa forma, la presión aumentaría en la misma proporción en que disminuya el volumen.
Pero para llegar a la presión necesaria para sustentar casi una tonelada de berlina, hubiera tenido que reformarse mucho, mucho. No cabe duda que, de esa guisa, la rueda de repuesto no me habría servido de gran cosa. Lo más seguro es que hubiera reventado o desllantado antes que pudiera llegar a algún lugar donde reinflarla.
No me negareis que el cometido de la rueda de repuesto es sacarnos de un buen apuro. Un pinchazo puede sobrevenir en el momento más inesperado, sin razón aparente (que me lo digan a mi). Pero, para poder ayudar, debe estar en condiciones de funcionar. Obvio, ¿no?
Aprovecho la ocasión para recordar que, como a todos nos enseñaron en la autoescuela (¡o deberían!), lo aconsejable es hinchar la rueda de repuesto a la misma presión que las otras, según lo recomendado por el fabricante. Si los valores para los dos ejes son diferentes, para la quinta rueda tomaremos el valor máximo.
Por los motivos anteriores, si montaramos esa rueda en esas condiciones, al soportar el peso la presión aumentaría, superando el valor óptimo. Pero eso no es muy importante, el aumento será mínimo. Y, ya que miramos la presión de la rueda trasera con menor frecuencia, ese incremento nos da un margen de seguridad para compensar las posibles pérdidas de presión con el tiempo.
Pero el margen de seguridad no es excusa para quedarse un año sin revisar adecuadamente la presión, como pude comprobar en mi propia piel (o, mejor dicho, en mi propia goma). En cualquier caso, yo lo tengo claro. No voy a correr el riesgo de pinchar dos veces el mismo día, y a partir de ahora revisaré la presión de mi quinta rueda cada dos visitas al surtido de aire de la gasolinera. Es decir, cada dos meses.
Así, podré contestar la mar de tranquilo: la presión de mi rueda de repuesto está bien.
Foto | Ryan Harvey, Jeremiah Ro